Tuesday, August 15, 2006

ERASMO KATARINO YÉPEZ • AUTOR DE REBUZNILLOS CONTESTATARIOS

Erasmo katarino y la Manuela Changueroti

He aquí lo que apunta Erasmo Katarino Yépez:

«Por mi parte, me especializo en literatura norteamericana, he leído toneladas de literatura europea clásica y moderna, filosofía occidental toda mi vida, pero basta conocerse a uno mismo, indagar de dónde venimos, quiénes somos actualmente, para darse cuenta que somos tan o más fuertes».
Ni quien lo dude, la teoría es la madre del Yépez; de ella se alimenta sin cesar. Con ella mantiene una relación homotética. La idealización maternal del discurso literario constituye su percepción del mundo. Por eso odia a su padre, principal enemigo al que debe combatir; porque es quien se ha chingado a su madre. Y por nada del mundo la abandona; es su referencia permanente. Y cuidado con molestar a esa omnipresente mujer. Que nadie ose decirle: «¡Yépez, chingas a tu puta y guanga madre!».

Y al no tener más ojos y corazón que para la madre, posiblemente eso explica la ausencia de toda relación sexual con las féminas; su abstinencia sexual es la garantía de la fidelidad hacia la mujer-madre. Más vale para él alejarse de las mujeres y renunciar al deseo de hacer vida marital; razón por la cual sus noviazgos no duran mucho tiempo.

Pero ¿qué pasa, entonces, con la inquietante pulsión del órgano genital? Dos boletos tiene para disfrutar del goce sexual: la represión y la masturbación.

Y para el Yahír de las letras tijuanenses no hay nada más consolador que jalarle el buche al güíjolo.

Vean cómo se procura la autosatisfacción mientras garrapatea sus jactanciosas estupideces:

«Soy un pervertido. La gente me pide textos, o yo los escribo para mí mismo, y luego los entrego (ensayitos, cuentitos, pendejadas de ese tipo) y al releerlos me despreocupo. No quedaron en ellos señales de que los escribí mientras estaba sexualmente excitado, calentando a alguien, masturbándome, siempre todo en un juego o desliz de provocación, deliciosa demora o alcance de los orgasmos».

Y no andan muy errados los que afirman que el Yépez se quedó parqueado la edad puñetera de la secundaria; en la etapa de puberto retraído; en la fase de un morro que aún trae cargando en su mochila existencialista los desvaríos hormonales, acrisolados en una multiplicidad de puñetas nocturnas que lo inspiran a fraguar sus contestatarios berridos.

Close up • Erasmo Katarino removiéndose de los molares los últimos restos de unos taquitos de salmonela tifis