Monday, January 25, 2010

JOSÉ VICENTE ANAYA & ERASMO KATARINO YÉPEZ: COMO LAS MATRONAS QUE ARRULLAN A SUS HIJUELOS


UN PASEO POR EL MULADAR DE LAS LETRAS

«La entonces docente y creadora Naturaleza
es desde hace tiempo demasiada vieja para
nosotros, ¡sólo hay un medio!
¿Cuál? ¿Eléboro? ¡No! ¿Pasquín? ¡No! ¿Barrer pedagógico?
¡No! ¡Rayo! Dilo pues: ¡debes leer a los griegos!
¡Oh lamento! ¡Lamentable! ¡Oh Alemania! ¡Oh genio!
¿Imitar? ¿Griegos? ¿Qué? ¿Los vejetes esos?
¿En quién piensas? ¿Tal Vez Homero el ciego charlatán?
¿De-dem-most-móstenes y Epicuro el hereje
El todo-llanto Heráclito, el bufón riente Demócrito?
¿Fidias el fundidor de rojo, Mirón el herrero de cobre?
¿El chato Sócrates, Alejandro el torcido
y Pericles el de la cabeza como el Odeum, todos juntos?».

Sobre el éxtasis y las necesidades de nuestro tiempo
George Christoph Lichtenberg

CUANDO SE DIGA POESÍA SERÁ POR CONVENIENCIA

La dicción poética no equivale a poesía, porque se trata de un cierto estilo que se apropia de la autenticidad ajena, de un asunto de plagiadores subsecuentes. Lo que se llama estilo es una fisonomía de carácter, fiel a las condiciones que generan la cauda de la sustancia poética; es decir, aquello que resalta en la poesía como actitud de vida singular, como salida catártica que huye de la burda imitación. Imitar es lo de hoy y aparenta ser lo que no se es. Manía pestilente que siguen los poetas fraguadores de poemas ociosos, rancios, cursis, decrépitos, caducos, triviales e inútiles. Poetas que creen que la poesía se hace únicamente con palabras, con la pulsación simbólica del «yo». La poesía también es el signo de la vivencia, no solamente un estado de ánimo que se logra con posturas forzadas de lloriqueo sempiterno. La poesía se ha transformado en algo que no es poesía, en una simple reunión de palabras, en un producto notoriamente estéril en el que prevalece la intrusión de elementos accidentados y fragmentaciones de piezas extraídas estrictamente discursivas. Y a cualquier farfullador de versitos trapicheros se le legitima con el calificativo de poeta.
Y se descubre la vanidad de la empresa literaria cuando en la página 9 del fanzín culturero que padrotea el hijo putativo del pro Rubén Vizcaíno Valencia, «Identidad» (edición correspondiente al 13 de abril de 2008), se anuncian los chebisbrajos de «Cursos y talleres» —para poetizar y novelar— a cargo, respectivamente, del José Vicente Anaya y del Erasmo Katarino Yépez, altaneros y vulnerables pediches del establishment.

—También, cabe agregar, diarreas de todos los estómagos culturosos.

Y así se anuncia el mentado «Taller poético José Vicente Anaya»:

«El Centro Cultural Tijuana invita a las personas interesadas en participar en el taller intensivo de creación poética que impartirá por el poeta José Vicente Anaya, durante la semana, del lunes 5 al viernes 9 de mayo (tres horas diarias). El curso es dirigido a las personas que se inician en la escritura de la poesía, así como a quienes se interesan por aumentar sus conocimientos acerca de este género literario. El aprendizaje será propiciado a través de la experiencia en la práctica, con base en los escritos de los participantes, los cuales se analizarán de acuerdo con las características (preceptiva poética) propias de la poesía, y se harán las recomendaciones pertinentes. Además, como apoyo teórico, se expondrán temas que enriquezcan el conocimiento respecto a estilos, teorías y algunos movimientos relevantes de la poesía. Costo: 350 pesos. Mayores informes: 687.9649, literatura@cecut.gob.mx».

El interés preponderante suele ser de poco interés, puesto que la «invitación» para participar en el citado tallerzuco es un batazo de 350 varos que los «interesados» pequeñoburgueses desembucharán a cambio de oír pendejadas y garrapatear papalinas que don José, según sea el tamaño de la cruda que se cargue, dará el “visto bueno” de poesía. El «taller intensivo de creación poética» que impartirá el poeta de marras —dirigido a las personas que se inician en la escritura de la poesía, así como a quienes se interesan por aumentar sus conocimientos acerca de este género literario— ¿sobrepasará los límites de la tambarria que caracteriza a dichos cursitos?

—La pregunta es necia y de sobada interrogación.

Como el arte del pasado y destinado a los elegidos, el furor agregado para adquirir las cualidades de poeta «será propiciado a través de la experiencia en la práctica», de conformidad con una «preceptiva poética», es decir, estética, castrada por el aparato político-cultural en el que se cuaja la currícula del renegado amansado, poeta carantoñero del 68. Y ¿cuáles habrán de ser «las recomendaciones pertinentes» con las que enredará a los melolengos talleristas el señor Vicente Anaya? (además, del «apoyo teórico» que el calabobos les escupirá a los ingenuos aspirantes a poetas, a efecto de que «enriquezcan el conocimiento respecto a estilos, teorías y algunos movimientos relevantes de la poesía», y todo por un «costo de 350 pesos»). Una sobredosis de desgracia le depara a la poesía en manos de güeyes como el José Vicente Anaya que esencializan la frivolidad del verso en el tono levantístico en la intensa aglomeración de los poetastros iluminados por la pasividad y la güevonería. Y ténganlo por seguro que las explicaciones en torno a la preceptiva poética no serán otra cosa que afirmaciones abstractas, productos de un desorden epistemológico y de trilladas fórmulas del comadreo tertulero. [1]

EL VERSO NO TIENE EL CONTROL DE SU DUEÑO

Al ritmo de su «pasito duranguense», don José Vicente Anaya es otro payaso más que cae a Tijuana para estimular la negligencia literaria e hinchar el ego de gente mamona y con escasa virtud literaria. La cuantía del trofeo como agencia de poetas noveles que en un lapso de cinco días erradicarán el analfabetismo cultural. Como si el acto creativo de la poesía se pudiera lograr por la omnisciencia del señorón Anaya, zamarreando a sus discípulos con su rico caudal experiencias, con destellos impensados e inspiraciones imprevistas. O, en su defecto, como un caso extremo de veneración por la mediocridad poética para licenciar de poetastros a una media docena de tontoculos, incapaces de distinguir la virtud estética de la exaltación bohemia.

—Qué barbaridad. Ya no hay distingo entre léperos y hombres de talento.

Bur rire, de broma (o pura risa). Y para cuantificar aún más la política de acercamiento está el curso “intensivo” para graduarse como novelista, a cargo del Erasmo Katarino Yépez y «dirigido a personas decididas a convertirse en novelistas (sic) en un lapso de 12 sesiones, de las 18:00 a las 21:00 horas, del 16 de mayo al 1 de agosto» y por la módica cantidad de «700 pesos en un solo pago, o bien 800 pesos en dos pagos». Nomás les faltó que lo anunciaran en páginas escarlatas, porque aquí la literatura semeja a un artículo de lujo. Asuntos de folletín seudoliterario para aquellos tochanos que se dejen conducir ciegamente por este embaucador que, en cuestiones de novelística, anda un poco más jodido que el difunto Jorge Raúl López Hidalgo. La devaluación subjetiva de las cualidades y los talentos no es únicamente simbólica, va más allá de la simple propaganda metalenguajera. Pues tiene la tendencia de transformar en privilegios sociales y estéticamente estatutarios la condición de los seres improductivos. O sea, de esos “intelectuales” que viven aún en un estado de interdicción política y que, por su afán de refinamiento tradicional, se vuelven representantes (mezquinos y reaccionarios) de una cultura hermética y restrictiva. Una vulgar subliteratura oficial serán los troqueles de don Erasmo Katarino Yépez, resucitando expresiones estéticamente anacrónicas que resultan tan chocantes como la falsedad de sus jactancias letreras y simulacros de capilla. Paradigma del intelectual que ya no es intelectual, sino “animador” de la vida artística e insigne portavoz de las motivaciones momentáneas y de ocasión. Las ufanías que flotan en el aire son perfiles de comicidad dickensiana y, en su forma más burda, handicap de la cultura.
Como novelista y poeta, Erasmo Katarino Yépez es mediocre y bastante malo; el entramado estructural de sus novelas y cuentos deja mucho qué desear, la férula academicista y el pedantismo teórico dominan sobre el calado de las técnicas narrativas. Sumado a lo anterior, reiteradamente incurre en formulaciones abstractas de aforismos (o lo que pretenden ser aforismos) que mañosamente enquista para rellenar capítulos. En sus textos no hay prevalencia de una visión imaginativa porque derivan de una estrechez retórica, apocada y sin altura, como los enanos de un circo desolado y sin espectadores. Revelando inequívocas imperfecciones, escribe libros balbuceantes y confusos que nadie lee.

—Pero eso qué importa, si al bato le sirven como escalones o peldaños. [2]

En lo perteneciente a las artes literarias de la narración y el relato, resultan más significativos en el telurismo local, los escritores Martín Romero («La silla eléctrica», 1999) y Luis Humberto Crosthwaite («El gran preténder», 1990), quienes —no habiendo más y mientras no se demuestre lo contrario— son los narradores jóvenes más ejemplares y dignos de ser considerados como mejores novelistas de la Baja California. En caso de que un curso sirviera para erigir noveleteros, Romero y Crosthwaite serían prospectos de mejor calibre para una pedagogía en los menjurjes de la narrativa, puesto que portan credenciales válidas para ello. Pero el autor de «Comicópolis», como es una persona seria y trabajadora, no le laikan esos panchos y payasadas; y, en lo que toca al autor de «Idos de la mente», pues… qué pena, che (como diría la Paulita Peyseré), el bato, desde que dejó ser josban de la ñorsa Tere Vicencio Álvarez, se le acabó el fuero y ya no puede pasearse como perro retozón por las salas del Centro Cultural Tijuana (CECUT) como en otrora tiempos (se dice que la ruca ya no lo puede ver ni en papel china y que hasta lo quiere tumbar con una morlaca por concepto de pensión alimenticia).
Si ahora el autor de «A.B.U.R.T.O» figura como técnico de la narración, presto a impartir un cursillo en el Centro Cultural Tijuana (CECUT), su objetivo, creo suponer, es hacerse novelista junto con sus pupilos, lo cual es una afrenta para éstos últimos. En mayor abundancia, sus productos letrísticos adolecen de madurez literaria, brolis hechos al vapor, pastiches sin frescura ni poder inventivo, con ideas poco firmes, trufados en la incoherencia y la pedantería aparentemente “sapiencial”; fermentos que acaso sirven para una guía estatal de la cultura, financiados por las instituciones del socorro artístico (del cuchupo y el apalabre). [3]
En fin, como buena voluntad, sería aconsejable que hiciera suyas la palabras del polaco S.I. Witkiewics, cuando declaró, en un ensayo de su libro «Narcóticos», que «mediante la creación literaria, es decir, el llamado trino de un pájaro en una rama, no he sido capaz de llevar a cabo cosa alguna de provecho para el país ni para la sociedad».

HACIA EL PAREDÓN VERBAL DE LA FRUSLERÍA

En el catalogo de novedades de la editorial Almadía (diciembre de 2007) se ofrece en venta —por el precio de 149 pesos— el libraco del Erasmo Katarino Yépez que lleva por título «El imperio de la neomemoria». Y con todo lujo de cretinismo se promociona así tal producto:

«Estamos frente a la deslumbrante nueva entrega de un autor que se vuelve imprescindible. Leerlo en estos tiempos representa un nocaut urgente y necesario para nuestras certezas».

La intención es desvirtuar la realidad para el interés de aquellos a quienes les conviene ocultarla. Con supremo estilo de elegancia, a los “creativos”, encargados de redactar el truco publicitario, nada más les faltó agregar la atenta petición de que, una vez que el bato o la ruca que lea el referido libraco, se lo meta por el culo. Vamos a ver, ¿qué tiene de «deslumbrante» tal «entrega»?; y ¿porqué el autor de tal chingadera se ha de “volver” «imprescindible»? (imprescindible ¿con respecto a qué o a quiénes?); y ¿por qué se exagera con eso de que «leerlo en estos tiempos representa un nocaut urgente y necesario para nuestras certezas»? Ni como papel para el escusado resulta ser imprescindible, urgente y necesario a la hora de que las certezas excrementicias han sido arrojadas a la tasa o caja del tafanario (es más, ni siquiera hay noticias sobre la vendimia del libro). Ese tipo de propaganda trinquetera suele ser tan desproporcionadamente estúpida como grandes suelen ser para su talla los 50 uniformes de soldadito que se ha mandado a hacer el Felipe Calderón. Tanto el sistema político como el canon literario se disfrazan con rebuznos y eructos. Háganse genios del perogrullo y verán que hasta el chalán que va por las tortas en el Centro Cultural Tijuana (CECUT) puede ser inflado como un portentoso y deslumbrante literato y ganar el «premio Planeta» o publicar en Mondadori.

—Ahora comprendo mejor aquella canción que dice «miénteme más que la vida es una mentira».

¿Porqué se nos quiere tomar el pelo con esas falsas categorías que se detonan desde los mercadeos editoriales? Primeramente —como lo precisa Ignacio M. Sánchez Prado— porque la noción de la literatura se ha deteriorado y ha «ido perdiendo su densidad estética e intelectual» y, segundo, por un problema de fondo: «que la literatura ha dejado de ser un compromiso y se ha convertido en una commodity que busca un lugar en la circulación de capitales y en lo que hoy se llama “industria cultural”». Antes que ambages estrictamente literarios, lo que necesitan los escritores es portar una marca de los poderes mediatizadores, precavidos y traicioneros. «En el momento en que creadores, editores, crítica y público coinciden en señalar obras escritas por autores mediocres como ejemplos de literatura, este término deja de garantizar cierta calidad o compromiso. Más bien se fomenta la construcción de un público pretencioso que busca adquirir cierto prestigio con sus semejantes a través de una figura impostada de intelectual» [Ignacio M. Sánchez Prado, Para una literatura comprometida, Crítica, No. 18, octubre-noviembre de 2006].
Así, tras ese umbral de espectacularidad circense es posible cercenar las partes más inalienables del arte y la cultura, haciendo posible lo que antes parecía ser imposible de concebir y que el esteta o productor de objetos literarios esté dispuesto a rebasar los límites del romanticismo, desempeñando faenas de tamborilero, bufón, títere o mamarracho. Ya lo anticipaba Proudhon, habiéndose acabado el tiempo de la idolatría de los hombres excesivos, solamente queda recurrir al publirrelacionismo y cobijarse en la propaganda mediatizadora. Bien lo decía Larra, que aquí no se trata de saber sino de medrar. Y desde que la flor fue mordida por el gusano, comenzó la saturación endémica de poetastros, perfomanceros y novelistas que pululan y se zangolotean en el muladar culturaloide.

COMO LAS MATRONAS QUE ARRULLAN A SUS HIJUELOS

Hay que reconocer que el Erasmo Katarino, asiduo a escribir una prosa amazacotada, es paridor de una choncha producción letrera («más de una docena de volúmenes de novela, poesía y ensayo», se anota en su blof curricular) pero de escasa validez literaria. Más que literato es un escritor de bulto que pervive en la mecánica rutinaria. Son los lectores los que aupuran la fama de un escritor y el prestigio se determina por el talento y la creatividad imaginativa. El Katarino es un paria en materia de lectores y su talento cuando no cojea se arrastra. Asimismo, para el simple mortal de la perrada bajuna es una estrella apagada en la constelación de los astros rumiantes de la palabra, un ser anónimo o fantasmal que se acurruca en la madriguera de una infracultura de postín. Escritorete desvitalizado, narcisista y oportunista, difusionista de particularismos locales muy desgastados y cuyo discurso, sin cumplimiento estético, va siempre en dirección al vacío, a la nada. Y ahora funge como un técnico especializado en asuntos de enseñanza literaria, pero esa cantaleta no es nada ajena a la demagogia. En la mayor parte de sus libros (que no son obras), prevalece el don del desorden y el refinamiento de estilo es nulo. Ninguno de sus brolis es una creación espléndidamente acabada en el sentido estricto de lo literario. Y la hipótesis se apoya en una vasta evidencia empírica que ya hasta güeva da tener que recalcarla. [4]
Y en lo que respecta a la poesía, el panorama se pinta apergaminado y el decorado de fondo continúa siendo el mismo, pues, como se atestigua en los inmodestos precedentes curriculares del Erasmo Katarino, el bato, en el año 2007, fue «ganador del Premio Nacional Raúl Renan de poesía experimental» (que, en estrictu sensu, tal “poesía experimental” es un versolibrismo empobrecido que denota un caos mental por incapacidad técnica e imaginativa, insuficiente para adecuar el discurso a sus efectos estéticos). Como en la clásica ambigüedad de los oráculos, y dejándose llevar por las apariencias, premiaron a Erasmo por sus runflerías, sin sopesar que este güey no es poeta y que, a lo mucho, sólo tiene una idea cultural, más no estética de lo que significa la poesía. Se trata de pura parafernalia para endosar la calidad de poetas a quienes no lo son.

—¡Chale! Bien lo dice míster Nachón en su diario: «qué jodidos estamos».

Javier de la Mora está en lo correcto al afirmar que existe «una crisis de la filosofía de la composición», toda vez que «son pocos los poetas que al mismo tiempo que escriben aportan una reflexión sobre los sistemas sancionadores del sentido poético»; y esa omisión «es grave porque se corre el riesgo de perder el sentido creador y las herramientas estéticas que nos permiten distinguir un buen poema» [Voz Otra: un año de poesía y rigor crítico, Voz Otra, No. 5].
Efectivamente, si el ser humano ha de perdurar en comunión con la poesía, que ésta sea, cuando menos, una poesía decentemente lograda y digna de resonar en los oídos con furia animada, al ritmo de las cosas, envuelta en la felpa de las metáforas y demás recursos estilísticos que exigen sus formas de expresión. Pero hacia la poesía y la literatura no hay más postura de compromiso que las prolijas concesiones de capilla y las componendas del cuatachismo, capaces de saltar las barreras restrictivas que impedirían otorgarle a un proyecto literario mediocre una validez estética inmerecida por justas razones. En fin, ésa es la manera en que la intrascendencia se vuelve trascendencia en las etéreas instancias del arte, donde el Erasmo Katarino pretende jugar el papel de sereno en una noche oscura. Hay que recordar las palabras de Schiller cuando decía que algunos poetas son hechos por propia naturaleza, mientras que otros, buscan esa “naturaleza” para creerse poetas. Los primeros son ventanas abiertas, los segundos son solamente espejos. En el caso de don Erasmo Katarino Yépez, como poeta es una sombría oblicuidad, en cuyo fondo no brilla ni un ápice de luz. [5]

POETAS QUE NO TIENEN CABIDA EN LA POESÍA

Confirmado está que el Erasmo Katarino Yépez hace denodados esfuerzos por ser poeta y, pese a ello, se aferra a echarle margaritas a los puercos. Ya he demostrado que su poesía está como percha de gallinero, del asco. Pero él no pierde el tiempo y aprovecha la ocasión para fingirse poeta y lanzar parrafadas líricas poco menos que zarrapastrosas. [6]

—En realidad, el bato no es tonto, pero esa modita de los «metatextos» que se carga es lo que lo hace ver como un pobre pendejo.

A continuación citaré dos jaculatorias yepezinas que se hayan insertadas en el broli «Por una poética antes del paleolítico y después de la propaganda» (editorial Anortecer, 2002), sirviéndome del amargo sabor a boca que le dejó la lectura de dicho libro al men, titular del blog «Todos tus muertos», quien con justa razón afirma que el referido libraco «está, fundamentalmente, mal escrito», plagado de «errores elementales, tales como mezclar indistintamente la rima y el ritmo», etcétera; y el «demérito» principal estriba en que «sus escritos güana bi poems». Igual que la inmensa mayoría de sus cófrades, boquirrotos versadores que aspiran y suspiran en ser poetas, el Yépez y compañía de textualeros (verbigracia el Juan Carlos Reyna, el Carlos Adolfo Gutiérrez Vidal, la Amaranta Caballero, el Omar Pimienta, la Paty Blake, el Gilberto Licona, la Mariana Martínez, la Abril Castro, el Horacio Ortiz Villacorta, el Roberto Navarro y párele usted de contar) han quedado bastante diezmados en el campo de honor de la poesía. Y se toma de muestra uno de los estampados miserables que confecciona, con más negligencia que imaginación, el galardonado poetastro:

«Juan Martínez, Juan nadie, Juan todos

A José Vicente Anaya

Vate vato
En una cueva escarpada
En Playas de Tijuana
Bañándose a las cinco de la mañana
En la heladez apriorística del agua
El mar
Una semilla desparramada».

Heriberto Yépez

—Ay… de los zorros sino hubiera gallinas.

Así son los motivos de hilaridad poética del autor, un juego de palabras en el que se emplea el gatopardismo como recurso retórico («la heladez apriorística del agua») y compensado con desnutridas e insípidas metáforas («una semilla desparramada»). ¿Qué sentido tiene escribir un trabuco en el que no se cotejan las emociones? Un bato que fue poeta se bañaba en el mar de Playas de Tijuana a las cinco y cacho de la mañana… ¿Y luego?

—Su “nativa rustiquez”, como decía Andrés Bello, no le da pa más enjundia.

Esos son los versitos que se incuban en la chompeta del ahora «propiciador» de cursitos dizque literarios y con los que se respalda para amacucar trofeos en “certámenes florales” y mantenerse en la gruesa nómina de los chupones de becas. Bueno, viendo las cosas desde una perspectiva pragmática, sólo a él le sirven esos badulaques gramaticales, pues gracias a ellos le dan al bato un trato personal muy fino y versallesco en los corrillos de cultura oficial. Se alberga la falsa y tonta idea que la vocación de «artista de la palabra aquilatada» (dixit Villena) suele ser algo ahistórico en la que se haya implicada la pertenencia a una clase social específica y con sus reservados privilegios que la hacen valer; cuando, por el contrario, nadie nace con vocación, pues se logra una vez que se desarrollan las aptitudes y capacidades pertinentes. Y en este entorno sociocultural, en el que prevalece un ingenuo e infame gusto literario, se erige una forma desvergonzada de “talentismo” que va de tapadillo con la mediocridad y las tentativas de acomodarse en el «hegemón» (como dirían los yupis) del arte y la cultura. Y sobra decir que tal «virtú» se extiende artificiosamente, y como publicidad pagada, en favor de aquellos espíritus selectos que cuentan con todas las credenciales de simpatía y recomendación. Las babuchas textuales que suelta el mamacallos de don Erasmo Katarino Yépez son una prueba irrefutable.

—Onanismo seudointelectual y nada más.
—Pero regresemos a su «Juan nadie, Juan todos».

Remanentes de poesía periclitada en tiempos en los que la palabra ha perdido peso y significado, a pesar de la abundante producción libresca. Priva un facilismo en el fallido intento de llevar el nominalismo a los metatextos, pero el sabor que deja en el paladar el tono declamatorio de dicha pieza, presuntamente poética (o antipoética, según sea el caso), así se palpa: «Hasta la rima es cansina, el sonido sostenido de las vocales abiertas como la a, al menos a mis oídos, no es agradable si se repite tantas veces. Luego el primer verso queda huérfano, perdido. Ni siquiera la dedicatoria a Vicente Anaya salva lo hecho (creo que fue su maestro en un taller de poesía). Lo peor es que después de estos versos el poema sigue, por dos o tres páginas más, pero ahora sin rima. Por tanto la desarmonía encabrona todo» [Todos tus muertos, martes 5 de febrero de 2008].
En el siguiente troncho letrero la expresión lírica está más moribunda y ajada que una flor pisoteada. El lenguaje en que se expresa —que debe ser un registro fiel al discurso poético— se subsume en algo parecido a un escollo de academia, grafismo lineal, sin ritmo y sin resonancia lúdica.

«Después de atrapar al ilegal
Lo metieron a un lugar
Donde no le dieron agua
En un día y medio
Temiendo que alguno
De sus compañeros hacinados
Quisiera golpearlo para
Confiscarle
Los miados
no le dieron agua
En dos días
no le dieron agua

No te preocupes
Muy peores desiertos he visto».

Heriberto Yépez

—Alegoría boba del pajarillo que posa en tomillo.

Antes que poema, el textículo merece el calificativo de noticia chusca, garrapateada por un periodista que padece autismo. Los lectores merecían leer algo menos idiota que ese eslogan de papagayo. Con frivolidades y baboseos, el protopoeta quiere presentar un “reflejo” de la realidad fronteriza sin ninguna mística de inmersión, sin efusión lírica. Pero el tema de los «ilegales» le viene de perlas para fabricar absurdas preocupaciones de un clima antropológico visto desde los cubículos de academia y experimentado sólo por vía de las lecturas y las películas. ¿Porqué no se aventura a escribir algo más audaz y que —ya de jodido— exprese estremeciendo? Ya no digamos composiciones magistrales, como las de un José Lezama Lima («un gallo color ladrillo, / en su centro y su compás, / pitagórico tomillo / dijo: yo no espero más»), en las que la oralidad se liga con inteligencia, sino algo con el mínimo «ethos estético», que —como dijo Marcuse— es el común denominador de la expresión artística.
Casi la totalidad del jijijapa que contiene el broli «Por una poética antes del paleolítico y después de la propaganda» no logra cautivar y, entonces, explícito se hace el desaire en el lector particular: «Creo que lo más ruin de esta recopilación es la falta de autenticidad. De feeling, pues. No hay poemas que hablen por sí mismos, necesitan intérprete. Los intentos de Yépez hablan de una inmadurez en el terreno poético, trayecto por el que todos, inexorablemente, tendremos que pasar, como lo corroboro con la fecha de publicación en el año 2000. Es difícil que a esa edad se alcance un nivel de liga premier. Lo importante es no apresurarse a publicar para luego no caer en arrepentimientos futuros. Si el autor es honesto debe aceptar que este trabajo es muy pobre. Creo que en sus intentos hay un abuso de la descripción, una huella que es fácil de identificar (la imitación de Bukowski), resumiendo, puedo decir que no ofrece mucho. Las partes restantes del libro son paráfrasis de leyendas indígenas y otro tanto de poética "Gringa" como el autor señala. Así es que no hay mucha tela de dónde cortar».
Y el decepcionado lector de la “magna obra”, «Por una poética antes del paleolítico y después de la propaganda», finiquita el diagnóstico: «Creo que el autor, por lo que he escuchado, es mejor crítico que poeta. Creo que le premiaron otro libro de poesía en Yucatán recientemente. Habría que ver si ya muestra cierta madurez. Lamento haber gastado cien pesos en ese libro…» [Todos tus muertos, martes 5 de febrero de 2008].

—¿Que Katarino es mejor crítico que poeta? Pues, te diré… que en lo tocante a esa faena, el «padre de Nietzsche» (dixit Nachón) también anda dando las nalgas, como podrá evidenciarse más adelantito.

En su talacha de presunto crítico literario, Erasmo Katarino Yépez también hace sus desarreglos, pues los textos que redacta para armar sus brolis y para los fanzines en los que colabora, son apuntes ligeros y desapegados del rigor analítico que no llegan al cabal ensayo. En la uniformidad benéfica de la cultura, hay quienes lo llaman simplemente literato para no tener que ocuparse de él.

LOS GATOS PARDOS DE LA CULTUROSADA OFICIAL

Que el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), a través del paquidérmico Centro Cultural Tijuana (CECUT), tenga a bien en designar a gente como el José Vicente Anaya y el Erasmo Katarino Yépez en calidad de “instructores” de aspirantes a poetas y novelistas, es una prueba contundente de que en los organismos de la cultura oficial no existen programas viables de difusión cultural y cuando los hay, éstos son erráticos e inútiles. Lo que, en realidad, se vislumbra son cursitos y talleriadas como actos de insólita prestidigitación en manos de una mafia seudocultural que se arrastra en cámara lenta, invocando la «espiritualidad» al estilo de doña Paca, la chamana vuduísta del salinato. Llamados a ventilar puras cuestiones de forma, son ellos parte del ejército de abadesas y peinadoras que ayudan a controlar y amortiguar los momentos de refulgencia histórica en la vida intelectual del país, creando, aceptando y legitimando la manufactura de cualquier cascajo y basura. Brincan mejor que las pulgas cuando se trata de asegurar su sobrevivencia (de canonjía y mecenazgo), estableciendo una buena relación con el poder, besándoles las brillosas peloneras al Sergio Vela Martínez y al Felipe Calderón Hinojosa.

—Y, vaya que si no son carasduras, pues a pesar de lo anterior se creen muy «creativos», «transgresores» y «contestatarios».

En las propuestas culturales no hay más que mediocridad, improvisación, engaño, apatía, manipulación, demagogia y confusión. Y gracias a batillos del calibre ético-estético del Chente Anaya y del Katarino Yépez, la literatura se institucionaliza aún más, se finca en la gran falsedad y se petrifica hasta convertirse en un excremento seco. Cuando la rebeldía se cura con las píldoras del CONACULTA y se hacen mangas y capirotes con los premios y las becas, como diría Pablo de Cuba Soria, a un mismo tiempo y «a la vez no se puede ser abogado de imposibles, ser discípulo de Avicena y especular si de este lado está el poeta». Antes de tirarse a dar cursos y jugarla de maestros talleristas, lo que deberían hacer es educarse con principios de una cultura democrática. Qué es para ellos un curso de literatura —para enseñar a poetizar o noveletiar—, sino la repetición de ideas ajenas, exégesis importada desde libros y con la teórica parcialidad de imponer una voluntad que debe ser libre y proyectada con sus propias reglas. Es una manifestación de autoridad en el pensamiento estético como es el estado o la propiedad privada en la relación de mando-obediencia, facturación de un arte dominador que legitima su falsedad y que en lugar de fomentar la creatividad la paraliza y la amolda a determinados esquemas, previamente configurados mediante un engañoso color de vida que no es otra cosa que una ilusión o fetiche, enteramente absorbida como una expectativa puramente abstracta.
Anaya y Yépez son unos artistas de la palabra —escrita y demagógicamente cuchupletera— que sólo pisan la superficie de la literatura. Cuando se requiere un planteamiento crítico de especificidad, su libertad de expresión y creación estéticas se restringen a los márgenes más limitados del mensaje babélico (encriptamiento, neutralidad, simbología y abstraccionismo excesivos). Por ello recurren a ambiguas y evasivas interpretaciones, creyendo que así se desprenden de todos sus prejuicios, estigmas y contradicciones. Como si la sola presencia de la política les impidiera la inspiración poética. El quehacer literario es una tarea eminentemente cuestionadota, denunciadora, crítica y es, por ende, moral, es decir, política y estética. Pero el servicio que prestan a la patria de las letras exige a los literatos que se alejen de la política y que hilen lo más delgado que puedan, cuando de asuntos escabrosos se trate. Negar la infiltración de las cuestiones políticas significa negar la existencia de la lucha de clases.

—Que se ocupen los políticos y demás grilleros de las chocantes divergencias, pues… qué caray, los poetas están únicamente para las musas.

Según ellos, la poesía, la literatura y las bellas artes están por encima de todo interés clasista o conflicto de clase. Como si en el terreno del arte y la cultura, tanto en contenido y formas de expresión, no se desarrollara una intensa lucha ideológica y política. La cultura y sus expresiones artísticas, por estar inmersas en el proceso social, político y económico, no pueden desligarse de las características, factores y condiciones que les son propias e inherentes. Desde que la burguesía llega al poder, el arte se vuelve algo político y no se realiza de acuerdo con las necesidades reales —históricas— del pueblo, sino de conformidad con los intereses de la oligarquía, sintomática reafirmación del casticismo pequeñoburgués que se heredará de generación en generación. O sea, se afila la malicia del modo en que se ata el palo seco al tierno arbolito para que no crezca chueco. Y, mientras que los señorones prebendados no irriten ni crispen los nervios, todo está bien chévere en las pías fundaciones de los privilegios y en el protectorado de las letras.
Ergo, su plan de vida como literatos orgánicos tiene como respaldo una cultura pequeñoburguesa de supuesta neutralidad política, es decir, la cuestión estética se considera como la fuente de su genuino apoliticismo. Derrotados por la consunción (pasividad que es abulia o rebeldía reprimida) y, habiendo perdido ya el último velo de decencia, no cejan de pronunciarse por un arte y una literatura neutros, apolíticos, ajenos al partidismo y a la militancia. Con su libre ejercicio de espíritu (que, en realidad, es un aprisionamiento) están contribuyendo a perpetuar la misma servidumbre de antaño; y sólo les queda mirar al mundo con ojos de cosecheros. Todo sea por la caza de las prebendas y relaciones ventajosas.

—¡Me cago en la ceguera de Jorge Luis Borges!

POR DONDE DESAGUAN LAS FINEZAS Y OTRAS MIL VIRTUDES

José Vicente Anaya, mostrando un almidonado gesto de solidaridad, aunque más preocupado por ganarse algunos adeptos y de paso, meterse en la buchaca unos cuantos chelines, acepta la encomienda —que, en realidad, es una orden que le fue dada por su «dador», a efecto de que desquite el cheque que recibe como becario “emérito”— para repujar el susodicho «taller intensivo de creación poética». Aprovechará la ocasión para exaltar las virtudes de los funcionarios de las instituciones de la cultura, entre jocosas anécdotas, charritas y refranes, rutilará espiches acerca de lo importante que resulta para México que PEMEX se abra al capital privado, hará referencia a sus éxitos alcanzados como poeta y traductor, platicará de su gran experiencia que ya se volvió inercia. Y en esa batalla trivial de la enseñanza, mientras estructura los preámbulos de las disertaciones que expondrá a sus pupilos, el bato-vate, traductor de los beats, se topará con las suculentas curvas de alguna melolenga aspirante a poetisa y la hormona se le calentará tras sucesivos tacos de ojo; entonces, el ruco, atosigado por una fiebre lúbrica casi incontenible, mirando piernas, muslos y nalgas, comenzará a caldearse, imaginándose que a esa tonta con sueños de ser poeta, después de que le soba la entrepierna y le lame los pezones, le sube la falda hasta el ombligo y le baja los calzones hasta las canillas; enseguida, y aventando hacia un lado y hacia otro los tomos del «Diccionario de la Lengua Española», el «Webster’s New World», el «Diccionario de retórica y poética» de Helena Beristáin y algunos empolvados libros de Ramón Menéndez Pidal, Vargas Vila y unas revistas de «TvNotas» y «Vanidades», entreveradas con algunos números de ediciones atrasadas de «Tierra Adentro», tiende a la chamaca, panza arriba, abriéndola de piernas y con las patitas al cielo, sobre un escritorio, imitación nogal, hecho de aserrín prensado y con las esquinas despostilladas; por el ajetreo, saltan al piso algunos volantes de publicidad del cine omnimax, panfletos de talleres de fotografía, de tributo a Inés Arredondo, de la película «El perro andaluz», del taller «Juguemos a leer», del «Ciclo de conferencias» del doctor Marco Antonio Samaniego, del «Taller literario» de Teresa Palau y Martha Parada, entre otros fláyers y folletines. Recostada la jaina, el creador “emérito”, agarrándola de las ancas se la arrima y a lienzo crudo le apunta el bichorazo; «—muérome por metérsela» —se dice a jeta cerrada; y entonces que se la deja cayetano, pompeándole padelanteipatrás, duroidale, pajueraipadentro, clausurando todo pronunciamiento de palabras, solamente gimiendo, mugiendo onomatopeyas y, a veces, maullando como gata, contorsionando la cadera, moviendo requetebien las nalgas, intercalando gritos con murmullos casi infantiles. Y es que, a pesar de su pirujez, la morra todavía está apretadita; por eso (y por sus chillidos de rata alebrestada), el vate alucina que se está cogiendo a una niña. Luego la ilusión se interrumpe cuando la suata, con un quejido medio suelto y medio apretado, que inútilmente trata de reprimir, acaba diciendo:
«—Auuch, te viniste adentro de mí, Vicente».
Una vez que los desbragados calenturientos terminan su afer cogelonesco, en tanto que el uno se sube el zíper del tramado y la tontuela que quiere ser poeta se acomoda los chones y se da una manita de gato para que no la pillen de nalgasprontas, por sucesión cronológica abandonan la salita que les sirvió de improvisada lobera (un saloncito de estar que sirve como refugio para intercambiar chismes, pegarse unas rayas de cois, chatear a escondidas o aventarse un coyotito para reponer el desvelo); finiquitado el cuchiplancheo, y aún con el semblante pálido, don Chente Anaya entrará al aula donde impartirá el curso de poetización, poniendo una carita de «aquí no ha pasado nada», y meterá la baisa dentro del morral en el que se carga su material didáctico, consultando las tarjetas en las que trae apuntadas algunas citas y reglas de la preceptiva estética para hacer fuerte el cursillo (que, al fin de cuentas, no le servirán ni para chingadas madres); un tanto fatigado por la cháchara literaria, restregándose las puntas de la barba, procurará hacer caso omiso al pensamiento libidinoso que se le regresa a la mente de utópico cochador y que le está jodiendo la memoria como un pesado flashback de imágenes que se alternan y se arrejuntan con una rapidez muy similar a los movimientos de un juego de naipes; muecas, ojos desorbitados, pantaletas, glande, humedad entre las verijas. Pero lo que tiene más persistencia es el closap del trasero redondo y carnoso de su alumna y que gustoso tentaleaba, mientras limaba y limaba la varilla, jadeando y jadeando sin decir palabra, extasiado y boquiabierto, con la ilusión de que esa frenética concupiscencia se le hiciera de piña y rábano.
«—¡Basta ya de malos pensamientos!» —le grita muy por dentro a su alter ego.
«—¡Cálmate, Vicente!, que ya no estás para esos trotes» —se autodice en sus adentros el “emérito”.
Y es que don Chentillo, quien sin duda es un mujeriego como el don Juan de Moliere, es sobre todo un hombre de la buena sociedad y que —según lo relata Stendhal en La muerte de Giacomo y Beatrice Censi— antes de entregarse a la inclinación que lo arrastra hacia las mujeres guapas procura ajustarse a un cierto modelo ideal. Finalmente, al darse cuenta que poco más de media docena de sus educandos están ya dormidos, el men la malicia y carraspea fuertemente para despertarlos; luego que los pupilos se desapendejan, el tícher retoma la punta del hilo de su disertación e inicia la clasecita de arte poética; entra de lleno en el tema, catequizando que la materialidad inmediata del verso místico es sentir cardos en el alma y florecitas en las entrañas, maceradas luego en alcohol y otros destilados de agua loca. Eso sí, todo con un verba refrenada por la tipología de la crítica moderada y con mucho respeto. Recuérdese que el ruco no actúa por cuenta propia, sino como una de las tantas mulas de carga de la ideología dominante. Padece la enfermedad del servilismo cultural y, beatamente, quiere ocultar su arribismo burocrático. Pero, lo cierto es, que preso está en las redes oficiales del estado empresarial, como presas estaban las Antillas en los tiempos de la «West Indies Limited» (poema de Guillén, 1934).

—Ay, qué tiempos aquellos en los que mimetizaba el grito pelado de Antonin Artaud, cuando leía su poesía de 1968, cuando hacía suyas las consignas de Edgar Morin, mientras se azotaba palmaditas en el pecho y los ojitos se le sartreaban de la emoción y se le emblanquecían de modo muy parecido a los de Mister Bean.
Y éstas eran las consignas que palurdiaba en aquel entonces, cuando el ahora arrepentido anarcomarxista tenía una edad promedio de 20 años:

«Empero, el secreto de la juventud es éste: vida quiere decir arriesgarse a la muerte; vida quiere decir, vivir la dificultad» [Edgar Morin, texto citado por José Vicente Anaya en «La poesía que leíamos en 1968», La Jornada Semanal, No. 239, 9 de enero de 1994].

—¡Qué bien! Mas al cabo de los años, el entonces contraculturoso Anaya, mandó a la goma toda su supuesta herencia iconoclasta y de lengua se comió un chingatamadral de tacos.

Si de libertino pagano, el africano san Agustín se convirtió en cristiano al escuchar los ecos del cielo y las súplicas de su progenitora, santa Mónica, luego-entonces —como dirían los empiristas leguleyos—, ¿porqué don José Vicente Anaya habría de continuar siendo un renegado prángana sesentaiochero y no estar en lo más alto del «cumulus» de becarios “eméritos”, en ese santuario de los literatos “aureolados” por la mano dadivosa? ¿Son las transformaciones propias de la edad o la simple metamorfosis de la crisálida? Debo suponer que para él, tal conducta no es política ni moralmente reprochable; es… ¿cómo dijéramos?... Ya sé: una especie de virtud antigua, mas no una alianza con el poder. De cualquier manera, en la casa del potentado todo es perdonable y el pasado comunistoide o anarcojipesco es algo secundario, una bagatela. Pero, ahora en adelante ya saben a qué atenerse, los tránsfugas ya no harán lo mismo que antes hacían.

[Aclaración: tampoco es necesario dar instrucciones ni prohibir, porque la advertencia es tácita e implícitamente a priori, desde el momento que el “emérito” recibe la dote y la canonjía institucional].

[Aclaración bis: que manifiesten sus gustos, predilecciones o repugnancias, incluso el tono áspero, pero que no sean muy atrevidos en ciertas cosas].

—Ni modos, la cuesta es ardua y el camino está lleno de cabras y cabrones.

Un dato digregador: nomás durante el salinato, poco arribita de 700 intelectuales salieron a subasta pública. Ese sexenio fue uno de los mejores embutidos en el que sacaron tabla e hicieron raja gobierno y sujetos pensantes. Y el asunto de la «cotización» se ventiló en silencio y sin ruido, como la llegada de la vejez en vieja solterona (aunque cabe destacar que el embrión ya se había gestado desde tiempo atrás). Por razones personales y por la situación histórica, la predisposición ya estaba coagulada (haiga sido como haiga sido, ya sea por el derrumbe el socialismo real, ya sea por el excesivo distanciamiento entre la teoría crítica de izquierda y la acción práctica, ya sea por el hermetismo abstracto de los postulados marxistoides, ya sea por las tendencias esotéricas y el aislamiento social de los académicos, ya sea por la liberación de la carga significativa en la densidad de la palabras, etcétera).

Y después que a don Chente le pase la digestión de los tacos de lengua que se chutó, le caería bien echarse unos cuantos clavados a las páginas del «18 Brumario de Luis Bonaparte» para que critique sus propias ilusiones y clarifique el rumbo actual de sus coordenadas. En don José Vicente Anaya se verificó concretamente la conocida paradoja borgiana de «quien se aleja de casa ha vuelto». Escritores, artistas e intelectuales, luego de ondear las banderas de lo inverso, cuales viles camaleones se transformaron y en un idioma que no era el suyo dijeron: «tout a fui» (que en mexicañol quiere decir: todo se ha ido o chingó a su madre). El progresismo de los rebeldes sesentaiocheros fue puramente declarativo, una simulación que dio pábulo a que se les acusara de inconsecuentes y vendidos. Y en el estadio de la pasividad de una abulia y rebeldía constipada, los intelectuales, derrotados por la consunción y la perpetua escuela del disimulo, dejaron caer el telón de su comedia con la remachada fatalidad de «que sea la ley del mundo y lo que Dios quiera». Los que sabían masticar la lengua Sartre, antepusieron como inútil defensa la pancarta «homi sois qui mal y pense» (que en mexicañol significa: «malaya quien mal piense»).

—Como en el caso de Edipo cuando encuentra a su padre, así fue el efecto retroactivo de la ideología dominante sobre el pensamiento radical de los años de mozalbete de José Vicente Anaya.



NOTAS O GÜEVOS DE COCHI

1.- Sobre este vate, el lector o la lectora puede echarle un oclayo al «Vertedero de cretinadas», sito en elcharkito.blogspot.com, posteado con el cabezal «JOSÉ VICENTE ANAYA O EL HAMBRE DE LOS PIOJOS EN UNA PELUCA».

2.- Erasmo Katarino Yépez es un estimulador de las falsas dicotomías e hipócrita alebrije de las causas sociales. Con agresividad bravera es mamador de cualquier protuberancia o músculo inflamado que porte orificio. Imagínense, lo tuvieron que llevar con un sicólogo porque a la edad de 10 años todavía no dejaba de mamar chichi. Eso lo cuenta su mamá cuando se quejaba de que este becerro lepe le había dejado bien aguadas las bubis. Ha convertido la literatura en una letrina pestilente. Véanse los articulejos «ERASMO KATARINO YÉPEZ ANDA MIANDO FUERA DE LA BACINICA»

3.- Cuando digo que los escritores Martín Romero («La silla eléctrica», 1999) y Luis Humberto Crosthwaite («El gran preténder», 1990), son narradores «jóvenes», me refiero, más que a sus edades, a la posición que ocupan en el escalafón literario con relación (de inclusión y jerarquía) a narradores como Federico Campbell y Daniel Sada, que son aquellos lo que secundan a estos.

4.- Véase la blognovela «Regüeldos tertuleros», específicamente los segmentos «UN TOPO ACADÉMICO AL SERVICIO DE LA ULTRADERECHA» (capítulo VI), «EL YAHÍR DE LAS LETRAS TIJUANENSES» (capítulo IX), «UN YÉPEZ CAGÜILERO Y EXISTIROSO» (capítulo XLI) y «LA PALAVERSICH TAMBIÉN CAGA Y MEA FUERA DEL HOYO» (capítulo LVII).

5.- Otra bazofia yepeziana que hace las veces de poema es «EN LA CALLE COAHUILA», incluido en el libro ribeteado con el mamón título de «Por una poética antes del paleolítico y después de la propaganda». Es una porquería de roñosa inspiración que el abnegado, siervo chupador de becas conacultianas, trajo al mundo de la letrística en los momentos de su parasitaria faena.
NOTA: cualquier melolengo sin las mínimas nociones de teoría literaria, con facilidad puede dar fe que la pieza con la que el Erasmo Katarino Yépez, según él, rinde culto a ese ceriballo de lúmpenes, es un insípido engrudo de letras que ni siquiera un chamaco de cuarto año de primaria se atrevería escribir y, mucho menos, publicar. Vergüenza debería de darle al publicar esos productos sicopatológicos. Hubieran gozado más sus lambiscones adeptos si, en vez de leer inútilmente tal ridiculez seudopoética, el autor se azotara con una firula pa que estos güeyes levantaran una madre loquera y tirar la malilla, o playarse algún relingo socroso de alguna paradita sexoservidora. Debería darle un poquito de pena entregarse desvergonzadamente a jueguecillos como éstos:

"en las rancias cantinas y fachadas de mala cara
antros sarros de la calle Coahuila
coyotes y polleros norteados
atónitos pordioseros
encueratrices peludas de los sobacos (sic)
aprietan el paisaje"


[Pero, ¿cómo los congales y toda esa bola de cabrones y cabronas que mencionas pueden apretar el paisaje? Al contrario, lo expanden. Por otra parte, no hay forma más turulata de simular que se hace poesía que despilfarrando adjetivos e insertando como tema de la lírica una sociología barata, trufada de pesadas adjetivaciones y enunciaciones pueriles y trilladas].

"gringos llevados por bilingües taxistas
pierden su American Express
en un masaje a los huevos
que cuesta 20 pesos
en la Calle Coahuila"


[Eso de bilingües no es más que una vil patraña; pues los chafiretes o matagatos que se manducan la totacha son una minucia. La mayoría de ellos ni siquiera champurrea el 10% de tu lengua patronal, carnal. Y eso de que pierden su American Express es otro de tus delirios tremebundos que te agobian; pues, como es bien sabido, la mayoría de los gabardos que caen a los arrabales constituye el llamado turismo de a dólar. Es decir, son puros malandrines piojosos, pelones con dos tres bolas en los bolsillos y batillos o rucas que en su país los nombran basura blanca (american white trash). Ahora, ¿en que lugar del mentado Cagüilón le cobran a uno 20 varos por una sobada en los güevos? Dime para caerle allí, porque ya me urge que me den un masajito en los tanates].

—Podría seguir despanzurrando esta chuchería pero, como canta el puñalito oriundo de ciudad Juárez, no vale la pena.

6.- Al respecto de las dotes de poetastro, remito a los lectores al testículo intitulado «ERASMO KATARINO YÉPEZ O CUANDO LA POESÍA ES UNA CAMISA DE FUERZA».

LA TRADICIÓN LITERARIA DE TIJUANA [SE FUNDA EN UNA BIG Y PUTOTA FALSEDAD]



Vertedero de cretinadas

Por Éktor Henrique Martínez


Ya bien lo platicaba el máster Arturo Jauretche que una patada en los merititos güevos, en el momento en que se requiera arrimarla, puede dar más enseñanza sobre la realidad que chutarse una pinchi biblioteca repleta de libracos.



PORQUE MI SER ES LA PALABRA QUE YO POSEO
Y LA TRASMITO SIN SABER CÓMO


Refiriéndose al Luis Humberto Crosthwaite, al Erasmo Katarino Yépez y al Rafa Saavedra, en fecha 6 de noviembre de 2005, Julio el «Sueco» apuntó en su blogsait que estos batillos («y otros que uno ni en cuenta»), a raíz de que aparecieron en la revista Letras libres (Comsumption for the unknown masses), «ya se tragaron el verbo de que son unas vergas por acción y efecto de circuncidar una «trillada visión de la frontera» (o sea, cositas como esas de que Tijuana es el último rincón de Latinoamérica y otras del tamaño de un garbanzo), haciendo que los pronuncien —así, con letras grandes— y como el establishment los ha bautizado: «Los cronistas de Tijuana».
Eso dice mi compa el «Sueco», invitándonos leer las siguientes correrías de nuestros gloriosos pechugones.

«Es fácil de creer (...) las regurgitadas letras de Crosthwaite, Yépez, Rafa y esos otros que uno ni en cuenta que aparecieron en Letras libres. Comsumption for the unknown masses. No que no les tenga fe a las letras de estos señores lo que pasa es que se ve a leguas que ya se tragaron el verbo de que son unas vergas. Los Cronistas de Tijuana. Así, con letras grandes. Nada malo en ello, antes de que me acusen de envidioso. Mas resisto a creer que la trillada visión de la frontera sea solo esa visión que nos dan estos señores con sus letras. • Son demasiado nice para (enfrentarse como cronistas a la verdadera realidad tijuanense), too fucking middle class de la peor estirpe, de la clase media mexicana. Mejor que sigan con sus cámaras digitales, con sus cool parties por la Cawuila. Que les vendan sus fabricaciones a las revistas cool del DF, that’s ok, porque ellos saben el fraude que son, lejos de ser Los Cronistas de Tijuana son los chafistas de Tijuana, los great pretenders. Lo mas unreal de Tijuana» [Julio Sueco, Los falsos cronistas en Letras libres, 6 de noviembre de 2005, http://www.yonderliesit.org/aztlan/].

Míster «Sueco», sin sopesar que en tal triunvirato hay unas partes más largas y otras cortas, aplica por extensión general un mismo rasero. Sapo grande y sapos chicos, aplastados con ladrillos de igual tamaño. Aunque con nombres distintos, hay principios básicos que son semejantes.
Pues sí, que más da, recuérdese que la religión de Mahoma es tan respetable como la de Cristo; y, sabiéndose que Alá posee las mismas cualidades del dios de los cristianos (amar al prójimo, ayudar al débil, rechazar las riquezas), entre el Eleache Crósguait, el «Príncipe del pochoñol» y el Erasmo Katarino Yépez, al fin y al cabo jumental de la clase media tijuanense que respira el mismo vaho culturero dentro una atmósfera arbitraria, metafísica, pomposa, hipócrita y de exposición fetichista, estos tres jinetes encabezan el mismo cuerpo de caballería, entrenada en los bemoles del palanquismo, la cacería de becas y equitación de canonjías.
Aunque Crosthwaite, es justo decirlo, se le reservan méritos de verdadero artista de la palabra, mientras que como productores de letras, la parejita Saavedra-Yépez no vale más que el dedo meñique de una puta, o el portabustos de una abuela con chichis caídas, o la porción del escroto de un jaipo de la Zona norte de Tiyei.

No hay nada que no se pueda conseguir, pero –como dijo Emerson- tiene uno que pagarlo. No obstante que las novelas y cuentos de Crosthwaite no respondan a los intereses mentales que quiere pregonar (la exaltación de los cholos, los chalinos, los maicerones, etc.), sólo en él es natural la hidalguía de humilde literato, la noble estampa de narrador hecho y derecho.
Comparados con el autor de «El gran pretender», en los cerebros de los otros dos cabrones solamente hay signos de fugaz abstracción y en el ámbito de la literatura no pasan ahí mas tiempo que el requerido para mamar, como si, desde edad muy tempranera, hubiesen sido privados de las relaciones de crianza que son normales.
Y, a medida que han ido transcurriendo los días, los meses y los años, a don Rafadro y a don Katarino los he visto, cada vez que no mudos y sin fijarse que lotanzas tiene la vida real, indiferentes en babalucadas, balanceándose hacia atrás y hacia enfrente como fandangos del autismo, padeciendo arranques de tozudez mental.

—A mí no me lo crean, pero platican quienes los conocen íntimamente que, cuando se quedan solos en sus cuartos, comienzan a meterse las manos por arriba del pantalón, arrancándose violentamente las prendas interiores; y que han necesitado ayuda médica en ciertas ocasiones ya que se han lesionado las partes pudendas al jalarse el elástico de los calzoncillos.
—¿Por qué?
—Porque todos los intentos persistentes que han llevado a cabo para escalar el pináculo del «top-ten» literario son infructuosos; y porque toda la faramalla que programan con sus mentados «semiotics-micro-texts» resulta siempre un terrible fiasco.
—Y, a todo eso, sabe, usted, ¿qué tipo de estimulación literaria inducen a sus pupilos en las dizques escuelas artes y de humanidades, dependientes de la «Güeva» (o sea, de la UABC)?
—Pues, déjame decirte que en los lugarejos donde dan clases la influencia ambiental es tan nefasta que la pedantería que allí se obtiene al terminar sus cursillos, solamente sirve para enmascarar la mediocridad y la memez; lo cual, por cierto, es muy inherente al parasitismo seudocultural que fomentan.

El Erasmo Katarino Yépez y el Rafadro Saavedra son los típicos literatos arribistas, comodinos y chapuceros. Y, como diría el máster Fernando Buen Abad Domínguez, son de esos güeyes que han sucumbido, hasta con cinismo, a las tentaciones del sistema, extraviados y viviendo a salto de mata en una jungla de menosprecio, manoseo, degeneración, ignorancia, petulancia y esnobismo. Para darse dignidad y justificar su alcahuetería con el establecimiento oficial, se llaman a sí mismos «heteróclitos», «underground», «críticos», «contestatarios», «contraculturales», «antinovelistas» y no sé qué otras mamadas.
El materialismo histórico es la respuesta a sus confusas pendejeces y las invectivas del joven Gramsci la lección más acabada contra sus ganduleos y falsos postillones.

—Sí, muy «heteróclitos», muy «contestatarios» y muy «contraculturales» los cabrones, pero cómodamente guarnecidos en sus respectivos edípicos hogares maternos.

Pero el facundo camelo no desemboba a los bobos, pues una nutrida ganga de descerebrados y melolengas que estudian en la escuela de letras de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), tiene fetichizados a estos vivales en la tonta noción de mentores radicales y vanguardistas. [7]

—¡Háganme el favor!

Si supieran sus discípulos y demás engendros metatextualeros que estos gorrones sacacuartos son los que hacen triunfar los escuálidos programas en el yermo de la cultura, lacayos encargados de elevar los eslóganes de oficialismo culturero para hacer triunfar las fanfarronadas y volver estable lo inestable.
A estos evasores de la realidad se les acomoda de modo muy perfecto una expresión ideada por el máster Antonio Grasmsci: «fantoches nietzscheanos» de postiza rebeldía que han «acabado por indigestar y por quitar seriedad a ciertas posiciones»; fantoches por quienes no hay que dejarse guiar —dice Gramsci— en nuestros juicios: «la advertencia de la necesidad de ser sobrios en palabras y actitudes exteriores se hace para que haya más fuerza sustancial en la voluntad concreta. Contra lo veleidoso, contra lo abstracto, contra el heroísmo fingido, etcétera, es una cuestión de hábito y de estilo, no “teorética”» [Cuadernos de la cárcel].

LA TRADICIÓN LITERARIA DE TIJUANA [SE FUNDA EN UNA BIG Y PUTOTA FALSEDAD]



Vertedero de cretinadas

Por Éktor Henrique Martínez



PRUEBA VIVIENTE DEL FRIOLERO DESAHOGO DE LA HIPOCRESIA

«Cada uno de los autores aquí mencionados escribe con la plena conciencia de que la literatura debe renovar sus estructuras y, por ende, trata a la página como un territorio experimental. No sólo experimental en el sentido de jugar con la forma literaria sino también porque recalca el carácter experiencial del texto, su relación con la vida. Es por eso que la literatura tijuanense ha sido tan atractiva para muchos críticos y lectores fuera de esta ciudad: ha buscado la intensidad. Ha sido una literatura de drástica afirmación de la vida» [Heriberto Yépez, suplemento El Mexicano, 22 de junio de 2008].

—Ajá. Un «territorio experimental» de «carácter experiencial».
—Pero si ya dijimos que no hay más experiencia que lo expresado.

Lo patético y moralmente asqueroso de sus inverecundias es que el bato justifica lo que critica, se hace el jarakiri y recibe sus gargajos cuando escupe hacia arriba, pretendiendo ser portador de una única verdad que no es en verdad la mera verdad.

«Esta tradición, pues, ya tiene veinticinco años. Es momento de que nosotros, sus lectores, agradezcamos profundamente su gran trabajo. Gracias por atreverse» [Heriberto Yépez, suplemento El Mexicano, 22 de junio de 2008].

—G-r-a-c-i-a-s-p-o-r-a-t-r-e-v-e-r-s-e... Hijo… de… la… pu… ritana que lo parió.

Por lo que se advierte, las zumosas ideas de este adalid de la fullería textualera son confusas y contradictorias e, igualmente, sus planteamientos conceptuales están plagados de incoherencias. Se agarra fuertemente, encajándoles uñas y dientes, sobre los postulados de una categoría sociohistórica, a la que despoja de toda «determinibilidad» material (bestimmtheit, dixit Marx), para
Así, la existencia de la “tradición literaria” es presentada por los ingeniosos teóricos con las mismas armas espirituales que usan los equilibrados hombres (citizoyens o pequeñoburgueses) de personalidad abstracta.
Lo que interesa al Erasmo Katarino Yépez es otorgarle a su “Gran Señorona” (o sea, a la literatura tijuanense) la “carta de naturalización” que, según el matasiete de la «Maula» Luna, la ñorsa ya merece ostentar como «suprema madrota» de lozanía veinteañera («pues, ya tiene veinticinco años») Pero la verdadera encarnación que debe expresar la literatura tjuanense —en correspondencia con el sobado concepto de “tradición” aludido por el chupóptero Yépezín— no es la de los hechos literarios «per se».
Y el meollo estriba en que la literatura (o sea, el «hecho literario» en sí) sólo predomina idealmente sobre la “tradición”, pero en la práxis —de igual forma en que sucede la contradicción entre la política y el poder del dinero— la creación literaria se convierte en esclava de «Doña Traditio».

CUANDO EL CANTO DEL GALLO ES DE GALLINA PONEDORA



Vertedero de cretinadas

Por Éktor Henrique Martínez


CUANDO EL CANTO DEL GALLO ES DE GALLINA PONEDORA
LA COCHINA CONDE Y OTROS PRODUCTOS PARA CABALLERO


Como buen machito engreído (dijera Paquita la del Barrio), y a quien no se le enseña que los hombres son iguales que las mujeres (porque son ellas las obligadas a aprender que son iguales que los hombres), el chuzonero celebra el triunfo político-literario de los seres con heráldica ranura, el espécimen escribano dotado de concha o pepa.

«Es momento de decirlo: la escritura más arriesgada de Tijuana ha sido femenina. En lo que toca a la generación fundadora de la profesionalización de esta literatura fronteriza, El agente secreto (1990) de Rosina Conde, que la primera vez que lo leí me dejó perplejo y me cambió la forma de ver la literatura» [Heriberto Yépez, suplemento El Mexicano, 22 de junio de 2008].

A los nuevos críticos y analistas del mundo entero, recomendamos que tengan a bien seguir los métodos implementados por este galimatiyador. Rediez y jolinez, «es momento de decirlo»: verán como se les facilitará la chamba. Son chingaderas. Tan culto, tan trucha y dizque tan leído que está el bato para, finalmente, valer madre. Quiere así indicar que «la escritura más arriesgada de Tijuana ha sido femenina», pero qué le importa al cabrón gastarse chorros de tinta y kilos para de papel para referirse a la «Cochina» Conde y a su nalguita la «Quihubolesqué», a la que trata de empajar con la primera susodicha.

—Qué tiene de extraordinario el guacal literario de la Conde, lo suyo sigue siendo el costumbrismo telúrico (perdón por el pleonasmo) que le trasuda el feminismo estereotipado y la plastiquera “subversión” pequeñoburguesa; elementos que la ruca inmiscuye en sus macilentos textos como falso porte de mujer cabrona para explayar falsas barruntadas de feminismo setentero ya ranciado.

Y en esa transición del “éxito” femenil, en el que hasta la Muerte se viste de mujer, al gallofero no se le podían pasar de tueste las habas y tarde se le hacía ya para sacar a relucir el guardapelo de su manceba. [6]

«Y más recientemente también ha sido una autora la que ha escrito obra interesante: Lo peor de ambos mundos (2006) de Mayra Luna que, según Julio Ortega, es una de las mejores narradoras de su generación en Latinoamérica» [Heriberto Yépez, suplemento El Mexicano, 22 de junio de 2008].

Conque su hetaira la Mayra Luna, paridora por lavativa textualera del broli «Lo peor de ambos mundos», es según los asegunes del Julio Ortega «una de las mejores narradoras de su generación en Latinoamérica».

¿Y qué? —como dijo el hermano del hijo del papa, o sea, el «Canacas». A Gabriel García Márquez le otorgaron el premio Nobel porque los académicos suecos creyeron que era de izquierda. Para describir la realidad se conceptualiza con palabras, pero las palabras son insuficientes. Y hay que ver bajo qué influjos el «opinador» relativiza, desdeña, encomia o lengüetea (pocamadrismo, ignorancia o desconocimiento de métodos y teorías). Por tanto, conociéndole las ancas al pollo de nuestro corral, se deduce que el “crédito” del tal Ortega fue despachado con mucho ligerismo.

—O sea, que es un crédito sin crédito.

En un breve texto antológico, cuyos protagonistas son Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, Don Emmanuel Carballo explica el punto luminoso de un aforismo de Karl Krauss que se refiere a la irresponsabilidad que por complacencia, arrebato o atolondramiento suscitan las palabras; y mas, si la saeta es verbosamente camelera y lanzada por boca de un jayán o cacagrande. Porque, sentado el precedente es más difícil despegar el chicle. [7]«Los juicios literarios que emiten escritores famosos en un órgano sofisticado —señala Carballo— se supone que son irrebatibles o, por lo menos que se aproximan a la verdad, a la verdad que el status quo aplaude y el lector común y corriente no osa poner en duda». [8]

—Pues sí, pintan al Diablo con cuernos pero no los tiene.

Pero la torva verdad del estatuskú, llena de bondad y de ilusoria omnipotencia —cuyos merolicos y achimeros son capaces de equiparar la boda y el matrimonio del Nicolás Sarkozy y la Carla Brunin con el pipiripao y el acuilmado concubinato del Erasmo Katarino Yépez y la «Maula» Luna— aquí se la Pérez Prado con todos los de la orquesta.
Los tongos churritos del Julio Ortega, ¿qué significación pueden tener para la gente totalmente ajena y apartada de la camada de mamertos yepezianos y demás pajarracos que actúan como los gansos que creen que donde existe un hoyo hay un nido?
En cuanto a lo espetado por Fulano Ortega de llamar a la «Maula» Luna «una de las mejores narradoras de su generación en Latinoamérica», baste decir que es una más de las aberraciones que, seguramente, acostumbra a disparatar cuando se pone muy pedo y mariguano, o en circunstancias en que trae hambre sexual.

—¡Uuuy, sí...! Juuulioortegaaa!

Cabrones como el mentado Julio Ortega se pueden hallar donde sea. Un literato que se respete no dará mirlos como los que asegura don Katarino que el atento viejo lépero desaguó sobre su advenediza jaina como elocuente riachuelo expresivo. Oficios de la caridad y la benevolencia entre los palurdos miembros de una misma casta culturera que se exhiben en el tajuelo de las mentiras oficiales sin remordimiento de conciencia. Ahora, si el reputado escritor ha trasmitido —con toda cachaza y altanería— las hipócritas adulaciones con las que también se peina el ego el maridazo de la «Maula» Luna, porqué no, titiritándole de ardores y comezones la bichola, podría trasmitir también un enfermedad contagiosa como la venérea gota del soldado y configurar a su receptor en un inmediato candidato a veinte mil unidades de penicilina. [9]
Regresemos con lo que opina el máster Carballo respecto a estos rebotes. «De viva voz, y entre amigos, esos mismos juicios suelen ser menos doctorales y más en mangas de camisa. Los “escritores famosos” comentan en confianza lo que no era correcto afirmar por escrito. El autor estudiado no sólo tiene cualidades “cualidades” sino también “defectos”. Por conveniencia callan la lista de imperfecciones y se esfuerzan por aumentar méritos difíciles de comprobar. A esa crítica hablada no tiene acceso el lector común y corriente, quien comulga con ruedas de molino» [Borges, Bioy y los escritores mexicanos]. [9]

En efecto, quién puede asegurar que el mentado Ortega, ya despabilado y con la mollera serena, no podría haberse retractado y voltear la tortilla, escupiendo hasta lo que no de la pobre melolenga esa.




DEL TANGO CHOLERO AL PARKIADERO DE LA PAJARITA DE LA SANTA FE

Ajustémosle un detalle a las contorsiones emocionales del muñeco alborozado porque la literatura tijuanense ha subido como la espuma de cerveza caliente y, como ya se sabe, que quien la «elevó» fue el escritor chilango-sonorense, nacido en este hermoso culo de San Diego, con su libraco «Tijuanenses» (1983). El infeliz embridador de las tepalcuanas de la «Maula» Luna la vuelve a cajetear, pues no sabe que el libraco que el «elevadorista» Campbell convirtió en «elevador» no fue precisamente el que menciona nuestro invitado, sino que se trata de otro.
Y el dato veraz corre a cargo del Martín Romero: «Federico Campbell ha puesto los cimientos de lo que será la casa de la imaginación entrañable en esta tierra del norte. Su libro “La clave Morse” ha iniciado la obra de construcción» [Bitácora norteña, 20 de junio de 2004].

—Simón, pero esa «obra de construcción» pué que —como están las cosas en este tafanario fronterizo— se quede a medio chile, únicamente con el veinte por ciento de su edificación (sin banquetas, sin enjarrar, sin drenaje, sin alumbrado, sin agua potable, sin puertas, sin ventanas, ¡uf!).

Pero en el lapachar, donde ni siquiera hay «obra negra», el extasiado Katarino ya ve tremenda casotota construida en zona muy especial de la ciudad, una mansión de concreto y mármol, una hermosa fuentecita con agua (no como la de la Cibeles que no tiene guara), columpios, resbaladillas, brincolines y escucha los gritos de los niños que musicalizan el ambiente.
Dos cositas más para echar al olvido este asunto y pasar a atender a un buen jomi de don Erasmo y a quien, por cierto, le anda procurando la corona de olivo del heroísmo crítico-literario.
La primera (mejor digo, la penúltima), en cuanto a lo que supone el EKY dela obra «Tijuanenses» (1983), en el sinsentido de que dicho broli «sigue siendo un clásico», he consultado con el señor Meños Pléeis (que, dicho sea de paso, chambea de «viene-viene» en el parkiadero del centro comercial La Pajarita del fraccionamiento Santa Fe, delegación San Antonio de los Buenos) a fin de que me oriente y me diga si el mencionado libro del Campbell cumple la edad reglamentaria para ser considerado un «clásico».

—Mire, cabrón, para que un libro siga siendo un clásico, pues… intelíjale, usted; antes tiene que ser clásico; y para eso se necesita nada más y nada menos que transcurra un pinche tostón de años; o sea, cincuenta calacas o primaveras.
—El libro de Campbell no tiene ni la micha de años.
—¿Tonces?

Entonces… procedamos a revisar otra de las lucubraciones que —sin mangas ni calzoncillos— salen a la luz pública con un valor de doble (como cretinismo y majadería).
Si fue durante su época de preparatoriano cuando el pamplinero chaval decidió dedicarse a la literatura, ¿por qué no se licenció en tal carrera y, en cambio, terminó reduciéndose en un pigmeo de la filosofía? Además, y para completar la incongruencia, el atarantado afirma que en el enganchón literario «Campbell era la referencia obligada».
Una «referencia obligada» a la que jamás dio el mínimo cumplimiento y la mandó a roncar al archivo muerto (una caja media repleta con puros libros adquiridos de chéiser y que algún puchador, pariente o compa del tirabichi que los levantó del dompe de la basura, hará con ellos cucuruchos para envolver guatitos de mota). Sin embargo, y aunque lo presuma, el bato no posee un mínimo de mácula de virtud que le permita conducirse exploratoriamente en el terreno de la letras como lo ha hecho el autor de «La clave Morse».
Sin embargo, habilitado como está en extravíos ridículos, descoyuntando galimatías, patrañerías y demás baratijas conceptuales, se siente muy calenturiento con sus modelitos literarios y demás protomamadas.

—Sí, «escritor calenturiento» y, además, «sediento» que «desea procrear y parir libros deformes cuyo destino debió ser el aborto», como dice el Martín Romero.

—Un supuesto oficio literario que palia con muchos nombres.

Sin dejar de reconocerle al bato que ha proporcionado mucho material para mis Vertedero de cretinadas, como escritor de novelas y textos narrativos nomás no la cuaja; en lo que él llama sus «logros» literarios, paradójicamente, no logra dar la adecuada y profunda expresión que le es inherente. ¿porqué lo toman tan en serio si narrador y poeta?

—Es un escritor malogrado en tales géneros literarios.


LA TRADICIÓN LITERARIA DE TIJUANA [SE FUNDA EN UNA PUTOTA Y BIG FALSEDAD]


Vertedero de cretinadas

Por Éktor Henrique Martínez



LA TRADICIÓN LITERARIA DE TIJUANA
[SE FUNDA EN UNA PUTOTA Y BIG FALSEDAD]



Ya bien lo platicaba el máster Arturo Jauretche que una patada en los merititos güevos, en el momento en que se requiera arrimarla, puede dar más enseñanza sobre la realidad que chutarse una pinchi biblioteca repleta de libracos.



PROLEGÓMENOS DE UN COMPLEJO DISPARATARIO TEÓRICO
Y ALEGORÍAS FIGURATIVAS EN LAS TETAS DE LA MAYRA LUNA


Hay una infinidad de sandeces, melolengueces o suatadas que ya forman un complejo disparatario teórico por suponer la mafufesca idea de que ciudades como Tijuana, por su situación geográfica de vecindario o mingitorio de los Estados Unidos, constituyen «privilegiados espacios de experimentación». Y parloteando el «cantus firmus» de un cretinismo llano y ritual, corifeos y payasos monocordes —como el Roberto Jiménez Rosique, el Pedro Ochoa Palacios, el Patricio Bayardo Gómez, el Mario Ortiz Villacorta, el Roberto Navarro, el José Vicente Anaya, el Jaime Cháidez Bonilla, el Erasmo Katarino Yépez, el Antonio Navalón, la Diana Palaversich, el Adolfo Nodal, el Alejandro Rodríguez y otros— que palpitan de emoción cuando se tragan y dan a tragar la cábula de que este rancho gigante es una especie de «epítome universal de la cultura y las artes», una «hibridación de múltiples factores socioculturales».
Celebran la garrullería de un imaginario «cosmopolitismo» que únicamente existe en sus enfermizas mentes y, asimismo, llegan al extremo sostener como certeza sociológica la barrabasada de que dicho «cosmopolitismo» («efusión de culturas», dicen los mamones), «trasciende condicionamientos de clase, género o raza»; concibiéndose a este territorial culazo como parte un «fenómeno capaz de funcionar como “modelo de alternativa cultural” para el mundo entero». [1]

—Vaya mariguanada de incongruentes y pretenciosos.

En «Nociones enciclopédicas y temas de cultura», el máster Gramsci señaló que «cada nación tiene su poeta o escritor en el que resume la gloria intelectual de la nación y de la raza. Homero para Grecia, Dante para Italia, Cervantes para España, Camoes para Portugal, Shakespeare para Inglaterra, Goethe para Alemania». Pero aquí no se distingue nada de eso, todo lo relacionado con la literatura y las demás artes tiende a ser una especie de sortilegio solitario, un quilongo viscoso de incomunicación que ya no puede cumplir su antigua función porque que no hay más experiencia que lo expresado. Cada quien se aproxima al pasado desde su presente, un pasado que no se puede abarcar en su totalidad porque es inconmesurable. Y lo que se puede alcanzar y seleccionar es lo que se recoge y se configura como tradición en su materialidad literaria.
En la literatura no se ha creado una relación estética en su conjunto, sino en aspectos parciales. Tampoco se ha logrado una «desprovincialización» del arte y la cultura, aunque los coyotes de la sinecura oficial lo aúllen en lo alto de la loma de la promoción. En lo concerniente al campo de las letras, lo que hay es una literatura del conformismo de la rutina de la pasividad y del parasitismo.
Como buen hermanastro de la publicidad, y batiéndose de nalgas en el lodazal de las imposibilidades, el Erasmo Katarino Yépez escribió un articulejo en el que da muestras palpables de sus impías incongruencias, confusiones y falsedades. Es una tabarra que apareció publicada en el suplemento anexo del periódico El Mexicano (22 de junio de 2008) y que lleva el interrogante título de «¿Hay una tradición literaria en Tijuana?». Desopilando barbaridades, y en su intentona de fetichizar un mito local como símbolo de universalidad, el chupóptero del CONACULTA se contesta con estas pifias:

«No sólo podemos decir que hay una tradición literaria tijuanense porque ya exista un buen número de libros que compiten nacional e internacionalmente con sus pares, sino porque entre ellos hay afinidades de exploración escritural» [Heriberto Yépez, suplemento El Mexicano, 22 de junio de 2008].

—¡Gulp!

Y, ¿en qué tendederos de vecindario se asolean esas «afinidades de exploración escritural»? Y, ¿quiénes son los chinguetas autores de esos brolis «que compiten nacional e internacionalmente con sus pares»? A ver, excluyendo al par de viejos jotolones del Federico Campbell y el Daniel Sada (que ya son más chilangos que norteños), ¿qué pintiparado literato de Tijuana tendría un novela con tablas suficientes para ponerse al tú-por-tú con «Los años de la guerra a muerte»?, novela de Mario Szichman. ¿Algún libro del difunto Ernesto Mejía Sánchez (1985) con otro del también ya muertito Jorge Raúl López Hidalgo (1997)? ¿François Furet a la par de David Piñera Ramírez? ¿El “finísimo” Alfonso García Cortez (Tijuana, 1963) frente al también “rococó” Juan Carlos Bautista (Chiapas, 1964)?; ¿la María Rivera (ciudad de México, 1972), la Rocío Cerón (ciudad de México, 1972) o la Maricela Guerrero (ciudad de México, 1977), en un mano-a-mano contra cualquiera de las protopoetas o seudopoetas de los forúnculos «Existir» o «Apancho y laurel»? [2]

—Descabellada exageración, tan idiota como putañera.

Enseguida don Katarino se avienta una chifladura con la que casi llega al colmo de la irracionalidad; y nada más le faltó un poco de atrevimiento para afirmar que la literatura tijuanense viene muy mona y decidida a encontrarse con nosotros y nos aborda como si se tratara de una persona que nos estuviera esperando para decirnos alguna chingadera o reclamarnos un pago como el acreedor que nos busca para que saldemos la deuda pendiente.
Y he aquí la pítima contestación de gracejadas:

«¿Qué es lo que la literatura tijuanense ha indagado? Ante todo: una voluntad de abrir un camino distinto al de la literatura mexicana canónica, una valentía prácticamente única en todo el país» [Heriberto Yépez, suplemento El Mexicano, 22 de junio de 2008].

—¡Uy, sí, cómo no! Y mis tanates son de ojos ubicuos.

¿Estará conciente de la realidad este farolero? Por asomo de mínima decencia debería autoconstreñirse a decir la verdad acerca de la cuestión literaria tijuanense y de lo que implica al respecto la menguada tradición. Pero el pastorcillo del discurso poco le falta para decirnos que desde el tiempo en que él comienza a exudar sus primeras babas retóricas, la literatura tijuanense adquirió la suprema calidad estética, previos empujones que fueron dados por el Federico Campbell y el Luis Humberto Crosthwaite. [3]

«Hace diez años la respuesta era aún aventurada. Hoy es claro que la literatura tijuanense existe. Aquí se escribe desde principios del siglo XX, por supuesto, pero para poder decir que hay literatura tiene que haber calidad que compita, al menos, nacionalmente. El primer autor que elevó la literatura tijuanense a este nivel fue Federico Campbell con Tijuanenses (1983), un libro de relatos que sigue siendo un clásico. Cuando yo estaba en la preparatoria (y ya había decidido dedicarme a la literatura), Campbell era la referencia obligada. Campbell y Luis Humberto Crosthwaite con El gran pretender (1990), una novela corta, experimental, un libro raro y tremendamente musical» [Heriberto Yépez, suplemento El Mexicano, 22 de junio de 2008].

Como quien dice, y con mucho garbo, la suplencia de este letradillo hacía falta en el «contexto» histórico literario de este pueblo semiurbano; y que por el lado prepóstero de tal fabulación se avizora un ambiente culturero, atestado de estupidización banal y corrompido hasta las cachas. Y con su actitud demagógica comercial, y queriendo ser lo que no ha podido, don Erasmo viene a apestar más ese entorno, reputando sus “espíritus” elegidos y, además, aprovechando el raite del furgón de las palabras para enviarle al Güicho Crosthwaite la adhesión a su comité. Pero el autor de «El gran pretender» no traga al Katarino y, en contraprestación a la lambisconería que le prodiga, lo manda a hacerse una puñeta rusa entre las dos tetas de la Mayra Luna.

PARA QUE LA LITERATURA SE VUELVA INÚTILMENTE INÚTIL

En cuanto a los efectos volitivos, puede captarse fácilmente en la verborrea de don Katarino el rebasamiento del «objeto» —la literatura tijuanense— sobre el «sujeto» —el escritor tijuanense—; fenómeno-esencia con voluntad propia y que se subsume en un acto resuelto sin la génesis del individuo, la “Miss Literatura Tijuanense” queda convertida en una “Gran Señorona” que existe con independencia respecto de la opción del sujeto, poniéndose en marcha ella misma, caminando de un lugar a otro (por «un camino distinto» del que recorre la vieja chanclera llamada “Doña Canónica”), haciéndoles iris a quienes la chulean o le avientan piropos, meneando las nalgas como si fuera una mujer que ha dejado de ser una tinéyer y de pronto se descubre hembra de un macho, con autonomía, entusiasmo y «una valentía prácticamente única en todo el país».

—¡Óoorale!, el asunto está tan mazacotudo que parece una práxis del más allá.
—Bien dicen que cuando abunda la fantasía los enigmas están a peso y a tostón.

Los enigmas son la representación más peculiar de la literatura romántica, fuente de todas las emociones y a veces de las rabias; el sagrado soplo invisible que los metatextualeros han convertido en una macarra sofista de absorción acrítica y mecanicista. Metatextualeros como el Erasmín Yépez también se han apoderado de la ironía romántica, pero no en su noción de línea horizontal, sino concebida como un círculo en el que no hay punto de llegada ni de salida. Y se recurre a ella como una teoría cuando los sofismas textualeros no pueden reducir a una sola unidad los opuestos. Por tanto, no tienen más alternativa que mantenerlos en tensión, ya sea hacia abajo o hacia arriba; aplastándolos (es decir, «sublimando» sus contradicciones) o elevándolos por encima de las contradicciones, evadiéndose y apelando al abstracto principio de la “suprema” la libertad (es decir, poniendo distancia; que es lo mismo que hacerse guaje, escurrir el bulto o navegar con banderita de astuto-pendejo para chingarse a otro pendejo, pero sin astucia). El habla y el silencio, la maldad y la bondad, se corresponden en mutua pertinencia. Todo ello relacionado con la elaboracion de herramientas de cohesión social (pautas, códigos, preceptos, símbolos, etcétera) y conformar un proyecto de cultura común, incompleto y desfigurado.

Y ¿porqué esa “Gran Señorona” —o sea, la literatura tijuanense— suele ser una dama «prácticamente única en todo el país» y muy distinta a las demás ñoras?

«Sus temas han sido la propia Tijuana, la frontera y, en general, la construcción de la identidad (sexual, urbana, nacional, etc). Además (y esto es lo más relevante) ha aportado formas, estructuras riesgosas, distintas a las de otras tradiciones. Y este es el rasgo central de la literatura tijuanense: ha experimentado con el lenguaje popular y massmediático y, sobre todo, ha buscado romper géneros tradicionales (mezclándolos o yendo más allá de ellos)» [Heriberto Yépez, suplemento El Mexicano, 22 de junio de 2008].

—Mentiras.

En realidad, esa “Gran Señorona” —o sea, la literatura tijuanense— no es muy distinta a «Doña Eme», la beata bigotona que en los fanis de Rius representaba a la censura. Los temas que recoge la “Gran Señorona” están supeditados al panegirismo de las modas y lugares comunes tocados por encimita y sin sobrepasar el nivel de la epidermis. Ideas avejentadas y apolilladas son las que dan forma esas supuestas «estructuras riesgosas», que nada tienen de riesgosas porque no se exploran los conflictos graves del momento presente.

Sunday, February 25, 2007

AL CAPÓN QUE SE HACE GALLO, AZOTALLO



ERASMO KATARINO Y ALGUNOS BROLIS

Destinados a empolvarse y más tarde a empolillarse, servir de alimento a los ratones, o bien, de combustible para algun anticuado bóiler, será el final de los libracos del mentado Hiberiberto Esculapio Yépez; salidos de imprenta gracias al apalabre y el cuchupo. El precio de de cualquiera de los bodrios metafisico de este julano es una mentada de madre, una barbaridad si se considera el poder adquisitivo de la perrada comun corriente. Y con ese jediondo elitismo se pretende contruibuir a desarrollo cultural. Por suerte todavia se pueden conseguir baras dos tres libracos de buena melcocha literaria, sólo es cuestion de escarbarle al bulto de papel que hay en los tanichis chachareros de este culo de San Diego.
Conozco dos tres lugares donde tiro por viaje me surto, a precio asequible, de un repertorio cañón de libros. Nada más pa que el lector y la lectora se den un quemón con esto que digo (y no es choro). Por la cantidad de 23 bolas, que pagué a don Eduardo Kaputte, dueño de un bazarcito que está de un bazarcito que está en el tango, me agencié los siguientes brolis:
Cinco tomitos de La Comedia Humana de Balzac (Málaga);La muerte de Pascual Duarte de Cela (Austral); Crítica a la razón Pura de Kant (Porrúa); Marxismo y religión de Marcuse y otros (Extemporáneos, 1973); De perfil de José Agustín (Joaquín Mortiz, 1966); El barco ebrio de Maruxa Vilalta (P y V, 1995); De Diversa Ralea de Gabriel Trujillo (Rio Rita, 1993); La mujer de Augusto Bebel (Fontamara, 1982); El positivismo y la circunstancia mexicana de Leopoldo Zea, (FCE, 1985; Vida y ficción de Alfonso Reyes (FCE, 1970); La ley y el delito de Jiménez de Asua; (Sudamericana, 1997); Las claves de la construcción (texto medieval); y tres diccionarios (uno de esoterismo, el segundo de terminología web, y el tercero el Atlas mundial visto desde la literatura).
Si algun bato va a una librería y quiere comprarse un libro de la India María de de la literatura, pareciera que lo que en realidad intenta comprar es alguna pieza de lencería; asimismo, un potencial cliente de libros puede lleagr a convertirse en caco-librero y andar con la sangre fría para robarse un libro a precio de joyería.


CHUPAPOLLISMO CULTUROSO


Ahora pasemos a darle una leve raspadita la vitrina que regentea el marketero del Yahír de las letras chupapollas, y que hoy la ha bautizada con el membrete mamón de «5y10», sitio en la red identificado como www.hyepez.blogspot.com y que redacta en pochoñol este izquierdista de fibracel (unos diítas más adelante le aventaré putazo a la vitrina de la mentada Mayra Luna, manola que vive arrejuntada con el batillo, y que, dicho sea de paso, según los borregazos que provienen de las cañerías y zotanos culturosos, el HY es quien le redacta los bodrios a la jémur, como en antaño le hacía los jales de traducción a la protopoeta existirosa Laura Jáuregui, argumentando falazmente que la morra era la chicha de esa chamba traslativa de idiomas —tal vez, en el caso de la Mayra Luna, el Yahír de las letras tijuanenses está pagando la reparación del daño perpetrado a la ranfla de esta mina, ya que es del conocimiento de algunos chismoso que el güey, obrando como un vil porro, le hizo cuacha la tartana en un momento de ira, cegado por los celos; y yo que creía que esos panchos nomás ocurrían en las taranovelas).
Bueno, dejémonos de macanas y prosigamos.



LOS CHORROS DE BABA QUE SUELTA UN TAL YÉPEZ
[y trivialidades, cruces, por lo menos, de tres cretinos]


«Aunque me veis con este capote,
otro tengo allá en el monte»

Pablo Neruda

Al Yépez, difícilmente algún sayo podría arrebatarle la paternidad de la charlatanería rampante, el idealismo cursi, la autopublicidad mamona, la deslealtad a sus convicciones y demás yerbas habidas y por haber; ansina, hoy los invito a tirase un clavado en la pila de muermo que este güey, hijastro del trauma y la dislocación edita como engrudo de letras en su vitrina cibernética sita en hyepez.blogspot.com.
Examinaremos las porquerías y aberraciones cuchupleteras de variado género que almacena en su trasto de ociosidades pedantescas, para que la lectora y el lector confirmen que a ese gorrón de becas, más que la cuestión literaria, lo que le importa, en principio, es autoelogiarse y fomentar el engaño y la charlatanería.
Pero antes de entrarle a la machaca, como ya es costumbre, advierto a la perrada que encerraé entre corchetes las notas que correspondan.


Advertencia:
no se vayan con la finta de las fechas de sus post, al bato le encanta alterarlas, igualamas como lo hace con su contador —meter— de lectores al grado de caer en la desfachatez de poner cifras que oscilan en un número aproximado de quinientos vistantes. Así que este dato: 27.10.04 es puro blof.

Inicio con esta reveladora e ingeniosa chifoca yepeziana:

"Los peores tiempos nos entregan inmejorables señales"
[retruécano: pero ya vendrán los mejores tiempos a los que entregarás tus peores señales].



CON CABEZA DE MANTECA NO HAY QUIEN SEA HORNERO


En Yépez «lo más interesante —escribe Julio el Sueco— es su obvia vendimia de ideas a los centristas (izquierdistas más bien —pero de una izquierda light, que poco o nada tiene de marxista-leninista—) del DF por una baba de perico de atención ya que siempre anda defendiendo a los pinches aztecas (sic). Y dudo mucho más su interes por ser tijuanense ya que ni siquiera le pone el mismo esmero por defender a las etnias de Baja California, de seguro porque eso no vende» [Post del 29 de octubre de 2004].

¡Ah!, pero si el chicle pega —como diría el Nacho Mondaca— luego hacen negocio de su oficio y dejan a las vanguardias en ridículo.

Sean ustedes testigos de este horrísono cacareo yepeziano:

"Que Wall-Mart se instalé en Teotihuacan va a ser un golpe bajo. Una auténtica humillación a nuestra cultura. Wall-Mart es una de las transnacionales más poderosas del mundo. Pero es tan funesta con sus empleados, que prácticamente compran todo en ella, como vil tienda de raya. Y con competidores más pequeños, los aplasta. Wall-Mart esclaviza, en todos sentidos. (Para quien quiera conocer un poco más de Wall-Mart puede consultar el libro Globalink.)" [gracias, pero no hace falta, conque vayamos a unos de los megachangarros en la Palm de Chula Vista basta y sobra] . "Que Wall-Mart se instalé en el centro espiritual de nuestra cultura significa que hemos perdido la dignidad" [a no ser las iglesitas y templos cristianos que hay por esos lares, yo no conozco ningún «centro espiritual de nuestra cultura»; ¿no estarás hablando del CECUT?; y eso de la «dignidad», tú eres el menos indicado para referirte a dicho concepto, pues hace rato que ya la perdiste]. "¿Cómo permitimos esto?" [muy fácil: aborregándose y haciéndose los pendejitos]. "Las televisoras no dan cobertura" [del inglés to cover] "a la noticia porque el dinero de Wall-Mart fluye hacia Tv Azteca y Televisa. El presidente, ese idiota, no tiene valor alguno" [¿cuál presidente?, ¿el de la Asociación de charros de Tijuana o del COLEF?; porque si te refieres al de las tepocatas y víboras prietas que desgobierna México, omites decir su nombre porque es el macizo que patrocina tus bequitas; ¿porqué no dices que es el Vicente Fox?]. "Es un pelele pro-gringo" [ya lo sabemos, no hace falta que lo repitas]. Los partidos, mientras tanto, en el más grande relajo, entretenidos con poderes transitorios, mediáticos. Es un buen momento para recapitular" [creo que quisiste decir: para reflexionar, porque recapitular significa darse por vencido por segunda vez]. "Ya que esto es una burla. Junto a nuestro centro espiritual" [¿otra vez?] "va a estar una mugrosa tienda" [¿mugrosa?, si eso es lo menos que tiene]. "Hay que tomar esto como una señal" [del inglés sign] "de que hemos llegado a un momento bajo" [del inglés a base moment]. "Tomar esto" [¿qué cosa hay que to take?] "como una oportunidad" [del inglés opportunity] "de darnos cuenta" [¿de qué?]. "Además, lo único que puede seguir de esto" [¿de qué cosa?] " es que cada vez que alguien se ascienda" [del inglés to ascend] " a lo más alto de la pirámide voltee y se pregunte qué pasó y la respuesta estará ahí visiblemente colocada. La respuesta será evidente y será evidente qué tenemos que expulsar de nosotros mismos" [cagada siempre y a veces vómito]. "Sacar a Wall-Mart y lo que Wall-Mart significa. Lo que Wall-Mart no entiende es que el paisaje que inaugurará en Teotihuacan inaugurará, asimismo, el primer paisaje que llamara, en el mejor de los casos, a la resistencia y, en el peor, al terrorismo" [¿te preocupa mucho el paisaje y que nos convirtamos en seguidores del ingeniero Osama bin Laden?]. [HY].

Todo muy bonito, muy bonito. Sobresale la ristra de palabrejas escritas en pochoñol y oxigenando con ellas el ambiente nacionalista y populachero. Pero don't make yourself a duck.

Que la Guol Mart arme su megachangarro en Teotihuacan ¿va a ser un golpe bajo y una auténtica humillación a nuestra cultura? Pero no instalarán la marketa encima de una pirámide, meco, sino en un pueblucho colindante, San Juan, casi a dos kilómetros de distancia.
El argumento del señorito Yépez es dogmático, o séase que el bato cranea como los que se clavan en la Biblia y no aceptan otras conjeturas, y lo que arguye el Yahír de las letras tijuaneras —como dijera un discipulo del Tarzán, vuelto bloguero— es que la arenga del becario de la Sari Bermúdez equivale a "un nacionalismo de penachos, jade y bailoteos para Tláloc. El mismo que provoca guerras, pasiones estúpidas y corajes de himno nacional».



¿HUMILLACIÓN A NUESTRA CULTURA?, MIS GÜEVOS


¿Humillación a qué cultura?, ¿a la de abstracciones que preconiza el bato?, ¿la cultura libresca, elitista, parasitaria, excluyente? Es absurdo que el Yépez se trepe en su caballito de cartón chovinista y alaraquee consignas seudoizquierdistas cuando la cultura que él prefiere es, precisamente, la que promueven pulpos como la Guolmart y el MacRoñas, o sea la cultura mercantilista. Y prueba de ello es la autopublicidad ególatra con la que hace eco en su blog (más adelante se darán ustedes color de lo que digo).



EL SUPERYÉPEZ


"Hace tres año[s] estaba de viaje. Súper arriba. Súper abajo. Todo ha cambiado desde entonces. Menos Bush."
[HY].

En el anterior párrafillo al señor Yépez le escurre de la boca la palabra «súper». ¿No sabrá el desdichado que se trata de una preposición inseparable? Esta partícula gramatical, cuando no funciona como un sustantivo (envoltura en la que se mete una carta), significa literalmente «encima de» o «en lugar superior o más alto»; cuya etimología es, precisamente, el latinajo «super», y de ascendencia indoeuropea por influjo de «superi» (pariente de las voces «uper», «uperi» e «hiper»). A veces en el mexicañol corresponde a excesivo, exceso. Cuando el HY asevera que estaba «súper arriba», «súper abajo», en realidad el melolengo está diciendo que estaba «arriba de arriba» y «arriba de abajo».
Y en cuanto a la locución «menos Bush», el adverbio resulta inadecuado, lo correcto debe ser «Bush no». Pero tratándose del Yépez qué podemos esperar [hijo de su...].



GANAR UN PREMIO A PUNTA DE AZOTES EXISTENCIALES

Chútense estas mentiras y vaguedades que teje el Yépez:

"Hace un par de años gané el premio estatal de ensayo" [no lo ganaste, bato; porque metiste güica] "y el Instituto de Cultura de Baja California se alió con un par de escritores mediocres" [¿y no tienes güevitos para sacar a balcón a esos dos escritores mediocres que aludes?; uno de ellos es, ya sabemos, el Gabriel Trujillo, también, como tutifruti, un vil chapucero en cuestiones de certámenes letreros] "y una funcionaria solapadora" [te refieres a tu dadora de becas, la Marisela Jacobo, ¿verdad?; y, claro, que no mencionas su nombre por aquello de que algo se te puede ofrecer de la ruca en un futuro no muy lejano, ¿verdolaga?] "para quitarme el premio" [no se puede quitar lo que no se ha dado]. "Revocaron la decisión del jurado" [no, el jurado pelele revocó la desición para favorecer al mechudo de Chicali, que al final de cuentas ni tú ni él salieron cuajados con la marmaja; por ambiciosos y chillones se quedaron como el perro de las dos tortas]. "Violaron varias cláusulas" [¿y tú, cuántas violaste?, pues metiste a concurso ensayos que ya habías publicado; ese fue motivo, entre otros, para que te dieran patrás]. "Buscaron excusas" [pero con el capuchineo que hiciste les bastó lo que ya dije para mandarte a la gáver] "que hasta otros escritores con quienes no simpatizaba denunciaron la anomalía en los medios regionales" [sí, denunciaron la manera tan cochina y corriente con la que obraron tú y el Trujillo Muñoz para hacerse de mulas]. "La gente me preguntaba si volvería a participar en esos premios" [¿qué gente?, ¿la gente que camella en las maquiladoras, los barrenderos municipales, los calafieros y las paraditas del Cagüilón?] "y decía que sí porque necesitaba demostrarles que aunque intentarán tumbarme" [no veas moros con tranchete donde no los hay; tú solito te pegaste en toditita tu madre, y ya dije porqué], "jamás iban a lograrlo" [pero lo lograron ¿no?]. "Me gusta participar en concursos" [ummm, güinaw; y ya sabemos de qué forma, o ¿no recuerdas aquella mamada que le hiciste al Noé Carrillo cuando apalabraste otro de tus mentados premios y regaste el tepache porque te desesperaste al creer que no te lo darían?; ¿porqué no nos platicas ese birote?]. "Ganas un dinero, sale otro libro, pagas deudas, compras libros" [ya, ya, lo que hagas con tu firula es algo que nos tiene sin cuidado]. "Y al día siguiente de cambiar el cheque estás igual que antes" [bueno... cada quién su pedo]. "Nada cambia" [por eso continúas entrándole a esas macuinchepas, ya conoces bien el caminito]. "Excepto, un poco más de calma" [obviamente, pues ya tienes callo, cabrón]. "Volví a concursar en los mismos premios" [era de esperarse]. "Gané" [pos, agüevo] . "Se gana o se pierde. Esta vez gané. He perdido muchísimas veces. Esta vez, sin embargo, francamente me da mucho gusto" [congratuleichon, mi buen; ¿qué te podemos decir?; nos contagia tu felicidad]. "Los funcionarios que me robaron aquel premio" [¿quiénes, bato?, ¿la Marisela y quiénes otros son?] "me van a tener que dar este otro" [o... qué la chingamos... ¿qué no dijiste endenantes que se trataba del mismo premio, claramente te escuché que dijiste: «volví a concursar en los mismos premios»; ¿a qué estamos jugando, pues?]. "La vida da vueltas" [nada más hasta que uno muere]. "Ellos" [¿quiénes, men?], "por cierto, ya están a punto de despedirse de sus puestos" [y ese pedo ¿te da gusto o lo lamentas?]. [HY].

Por algo te llaman el "promesas literario" y el Yahír de las letras tijuanenses (son su apodos de pandilla culturosa, por que el güey se ofende si le dicen el Escuby, el Pelón, el Daime o el Baicas) de este culo de ciudad; que, en vez de tumbar transeúntes, asalta las arcas públicas con sus becas y premios literarios.



SOLIPSISMO MAMÓN

[Los] "Estados Unidos aparenta ser un país que cambia" [como México, con el cambio que no cambió]. "Pero no hay nada más retrógrada" [retrógrado, güey] "que ese país" [¿y su vecino del sur, o sea su traspatio o garach, no lo es?]. "No me refiero solamente a su valores" [¡ah!, yo créiba que sí] "—EU es cada vez más cristiano, más bipartidista (maniqueo)— sino también [a] sus ciudades" [¡ah, qué caray contigo!; pero si a los EU lo conforman, precisamente, eso, sus ciudades] "Incluso sus ciudades más progresistas" [pero si endenantes dijiste que era un país retrograda?], "como San Francisco o Nueva York son, en el fondo, palacios de lo puramente retro. En el siglo XXI" [Los] "Estados Unidos hará" [pero si ya estamos en el siglo 21, ¿qué te pasa, mi chavo?] "todo lo posible por [para] regresar a los años cincuenta" [¿y tú cómo sabes?; ¿ya inventaron la máquina del tiempo?]. "Por ende, lo que sigue de esto" [¿de qué cosa, carnal?] "sólo puede ser un pastiche de la contracultura" [y la contracultura ¿de quién o de dónde?]. "Eso y nada más que eso es lo que sigue en [los] Estados Unidos" [cómo te preocupa tu país]. [HY].

Bueno, cada culo es un mundo y vive su propio solipsismo.
Pero si con esa clase de galimatías ganas premios, pues sí que estamos jodidos.



BUSCA CAGADA PARA SACIAR EL HAMBRE


"Antes veía un ejército y comenzaba a lanzarles piedras" [¡no seas mamón!; otra de ésas y me vas a dejar estéril; ¡ah!, pero, quizá, te refieres a un ejército de hormigas]. "Hoy me siento" [¿del verbo sentir o del verbo sentar?] "y dejo que avance" [¿qué te crees Supermán, o qué?]. "Van directo a un barranco" [¿a qué, a tirar cadáveres?].
[HY].


LAS CURSILERÍAS QUE LE DIJO A KATARINO YÉPEZ SU ALTER EGO

"Qué lástima" [que fuiste puro pájaro nalgón]. "Te convertiste en todo aquello que fingías combatir. Qué casualidad" [y qué sinvergüenzada la tuya, HY]. "Deja de buscar líderes" [si ya tienes a Vicente Fox que te patrocina], "deja de recibir pequeños beneficios" [del CONACULTA]. "Son insubstanciales" [¡ah!, pero qué a toda madre te la pasas con esos beneficios insustanciales]. "No detentes" [valores de solidaridad ni amor al prójimo; sigue siendo un pinche megalómano]. "Produce" [no seas güevón]. "Escribir y pensar son labores sencillas" [para los que escriben y piensan como tú], "como lavar platos" [o quitarle la plasta de mierda a los calzones, por ejemplo]. "Si alguien te entrega dinero por hacerlo, recíbelo" [venga ese dinero de donde venga, y de quien sea, tú apáñalo y chíngatelo] "no será mucho y sólo puede venderse quien ya había sido comprado" [como tú lo has sido]. "Mírate en un espejo:" [estás muy feo, cabrón; tienes cara de paisa] "eres todo aquello que detestas" [porque querías tener una carita de putito como la del Ricky Martin]. "Escribir es divertido" [cuando lo que escribes son puros refritos y pendejadillas sin sentido], "no un medio" [¿de transporte?]. "No uses así la inteligencia" [¿cómo yo, mi querido alter ego?], "además recuerda algo: inteligencia jamás has tenido" [y quienes te han dicho que no eres más que un pobre diablo, están en lo cierto]. "Solamente eres una pobre persona mezquina" [putañera, aprovechada, oportunista, ególatra y con un terrible complejo de inferiordad]. "Si te quitan tu puesto" [¿de tacos o de revistas?] "y te quitan sus artimañas y máscaras, no queda nada. Tú muchas veces te has burlado de mí, has intentado atacarme" [y lo haré y lo seguiré haciendo, faltaba más]. "Pero mírame. Sólo necesito un papel o un teclado y la felicidad" [y un chiclesito pal mal aliento, ¿no se te antoja también?], "como la lluvia, vuelve a mí siempre" [qué poético; han llegado a ti las musas]. "¿Quieres un consejo?" [:sabe más el Diablo por diablo que por viejo] "Extravíate lo más posible" [perdón, quiero decir: lo más que puedas]. "Luego no intentes jamás el regreso" [perdón, quise decir: jamás regresar]. "Desconócete por completo" [sí, mírate en el espejo y pregúntate: ¿quién soy?]. "No vuelvas jamás a ser lo que ahora eres. Y si te preguntas si es a ti a quien me dirijo, no te lo preguntes" [ni dudes de ello, pues ya sabes que sí]. "No puedes serlo. No eres nadie. No podría dirigirse a ti este consejo" [morboso lector, porque es sólo para el Yépez]. "No eres nadie, escúchalo bien" [¿o prefieres que parafrasee a Paquita la del Barrio y te grite: «¡Me estás oyendo, inútil!»], "porque no ser nadie significa precisamente que estás en tu mejor momento" [para valer madre]. "Eres una moneda al aire" [perdón, quise decir: en el aire]. "Apuesta por tu verdadera naturaleza" [porque, como dijo el Cuahtémoc Sánchez: «Eres un campeón y tienes un gran país»]. "Deja atrás tu farsa mezquina" [de revolucionario de café y de intelectual de pacotilla]. [HY].

Mequetrefe verborreico, masiosare universitario o doctor en letras del Readers Digest.



AL CAPÓN QUE SE HACE GALLO, AZOTALLO

Cáiganle a leer los textos que garrapateó el Yépez el mes de octubre de 2004. Solamente les pido que no sean muy sarcásticos.

"Obtuve un premio de Periodismo Cultural" [¡uuuy, qué envidia!; y de cincho los monigotes que integraron el jurado calificador son tus compitas]. "Un nuevo libro" [y dioquis, porque la raza no lee más que Las Chambeadoras, El Mil Chistes, Sancional de traileros, Capulinita y el Libro Vaquero], "otro poco de dinero y una fiesta" [a costillas de los contribuyentes]. "Este día, por lo menos este, escribir no duele" [pero si endenantes dijiste que es escribir es algo muy fácil; ¿a qué estamos jugando, pues?].

Otra:

"Jacques Derrida es el primer filósofo norteamericano nacido en Francia" [¿...y?].

El Erasmo Yépez en vez de invitar a la reflexión con su porte de mamerto sabelotodo invita a que le estampen uno putacazos por oscuro, abstracto, confuso, incoherente y contradictorio.
Miren nomás:

"La desconstrucción y la diseminación son la pérdida-victoriosa de todo centro del Sentido y de la idea de que hay un Sentido detrás del relato. Según Derrida un texto no tiene un sentido sino un exceso de significaciones, de diferencias de sí mismo. La idea, en teoría, resulta atractiva. En la realidad, en cambio, es aterradora. Más allá de su crítica al logocentrismo, lo que Derrida significa es que no hay un Sentido localizable, ninguna dirección o Centro. Esta es una idea norteamericana, la idea de un cultura post-céntrica, hasta cierto punto incapaz de descubrir el transfondo, regocijándose en el puro juego de atribuciones. Lo que Derrida significa es que no hay nada que interpretar o descubrir detrás, ningún despliegue o metarrelato, ninguna guía. Y esto es completamente irrealista e irresponsable en lo político. Por supuesto que el Estado es logocéntrico. No lo es de manera ilusoria sino histórica. Creer que el Sentido interior u oculto no existe es negar la posibilidad del Estado Totalitario. E incluso fomentar el relajamiento de la interpretación, convirtiéndola en mero juego de argucias, como sucedió con buena parte de los descontructores posteriores a Derrida, inmersos en frívolas discursiones, en arqueologías insípidas. El Sentido, desgraciadamente, existe. El Estado lo encarna." [HY]



UN BOTÓN DE CHAPUZAS INFORMATIVAS

La cita que enseguida cito es una cita que el chapucero del Yépez cita, pero sin citar la fuente de origen de dónde saca la citada cita:

"Ahora somos un imperio, y cuando actuamos, creamos nuestra propia realidad. Y mientras ustedes estudian esa realidad, actuaremos de nuevo, creando otras nuevas realidades, las cuales ustedes también pueden estudiar, y así continuarán las cosas. Nosotros somos los actores de la historia... y ustedes, todos ustedes, sólo quedarán para estudiar lo que hacemos nosotros".
Asesor de la Casa Blanca (New York Times)

El párrafo anterior lo apañó don Yépez (claro que sin reconocer la faena periodística de su autor) de un artículo de Eliot Weinberger, poeta gabacho, que lleva por título «La libertad está en marcha», publicado en el pápiro La Jornada el día 29 de octubre de 2004. Yépez le arrima tijerazos y altera su sintaxis, haciendo creer a los despistados melolengos que lo extrajo de las páginas del New York Times.
El bribonazo suprime del texto original lo que a continuación ustedes leerán:

«Un anónimo "alto consejero" de Bush declaró en fecha reciente al periodista Ron Suskind que personas como su entrevistador eran miembros de "lo que llamamos la comunidad basada en la realidad": los que creen que las soluciones surgen del estudio juicioso de la realidad discernible". Sin embargo, explicó, "ya no es sí como el mundo funciona [ojo: de aquí pal real sigue lo que el tramposo del Yépez transcribió]. Ahora somos un imperio, y cuando» [sic, contrasic y recontrasic]. [Cortesía de Editorial Era, traducción de Jorge Anaya].

Arrancado de su contexto el fragmento que cita el cretinazo del Yépez difícilmente puede ser interpretado con fidelidad taxativa, sin embargo el bato no tiene empacho alguno en omitir su suata opinión partiendo de una nota trasquilada.
Guachen su apunte:

"La afirmación es típicamente 'norteamericana' —uso el entrecomillado porque a ese nivel lo 'norteamericano' ya es un puro tic, un énfasis de un performance discursivo, no una nacionalidad o identidad sino la simulación neurótica de estar encarnando una—, pero lo que el asesor de la Casa Blanca olvida es que al crear realidades se vuelven, como él mismo declara, objetos de estudio y detrás de su supuesta agencia ("somos los actores de la historia") sólo hay personajes que —él mismo lo dice— serán definidos, una y otra vez, por otros. Los norteamericanos pasarán a ser meramente descritos. Es esa su condición ansiosa de nuevos objetos de análisis, de personajes, de bestias" [HY].
Ahora, mi queridísimo Yépez, explícale a un albañil del Mariano Matamoros o a un gambusino de la Zona Norte (pepenador de basura) qué quisiste decir en todo ese amasijo de nebulismo retórico que fraguaste, mi buen cretinazo.
Por causa de gente como tú el programa oficial "Hacia un país de lectores" está destinado a fracasar. ¿Así quieres ayudar a México?, ¿así quieres sacar a Wal Mart de Teotihuacan, recurriendo a galimatías nauseabundos?

¡Joder!
La doña Yepez, en vez de invitar a la reflexión, invita a que lo golpeen.
Y no sólo por los chuchulucos que se transea sino también por la babienta plasta de dislates que escupe.



No hay duda que el Yépez, «mientras profesa una crítica antiestadunidense, con gusto hace fila —y siempre la ha hecho, sabemos bien— para cruzar a San Diego y condados circunvecinos, donde en vez de comprar garrita tumbada, se azota en eventos culturosos, demostrando que los cholos y los pobres también lloran y saben leer».
Y guachen porqué:

"No estaré escribiendo en el blog esta semana porque participo en un festival en San Francisco. Lo organizan The Lab, la Universidad de California (Berkeley) et al.
[Y ¿apoco crees que te extrañaremos, cabrón?; ni falta haces en la blogósfera]. "Participo con un video-texto sobre las relaciones entre el español-inglés, México-Estados Unidos, titulado 'Language Exchange Rates' y una lectura el sábado en la que juego con los conceptos de ciencia ficción y poética" [tanta puta faramalla nomás pa ir a jugar con unos pinchis conceptitos?].
"Aquí dejo los datos"
[por si acaso no lo creen]:

"CABINET OF THE MUSES
Thursday October 21 – Saturday October 23
The LAB, San Francisco and UC Berkeley"

[muy modestito el bato].
Y no pierde la ocasión para darse coima y hacerse publicidad.



DE FILATELIA, LITERATURA Y LUTO
[ENTRE OTROS CRETINISMOS AGUDOS]


Abraham Chichillas [presupuestales que gusta mamar] y Juan Carlos Hidalgo [al que mandan a chingar a su madre cada vez que escribe algo], son dos cretinos con deficiencias cerebrales que en cuyos redrojos tratan al Yépez como toda una puta galanteada o pretendida por dos padrotes que se desviven por centavearla.
Motivada por su necedad egocéntrica, la manceba de marras (o sea el Yépez) fue quien posteó en su blog —que ni duda que lo hizo para autopromoverse como literato— la reseñita mamerta que a continuación transcribo (los cabezales son de mi cosecha).



LIBRO SIN LISONSAS ES COMO UNA FIESTA SIN PUTAS
[O LA HISTORIA DE DOS CHUPAPOLLAS Y UN CRETINO]


La notita que debió haberse titulado «Yépez o cuando a cualquier taco le llaman cena». Se trata de un redrojo parido por un pelafustán que, igual al Yépez, padece trastornos de egocentrismo mamón. Aquí va la baba retórica sobre la cual se derrapó el tal Abraham Chichillas:

"Como todas las semanas me encerré en mi estudio" [y yo le nombro yacusi a un pinchi tambo mojoso con capacidad de 200 litros de guara que tengo en el patio de mi cantona; seguramente el mentado estudio ha de ser un pinchi cuchitril] "a escribir esta columna" [¿columna le llamas a la cagada que escribes?]. "A la usanza del buen tahúr extendí sobre la mesa una baraja de varios temas que me interesa tratar en este espacio" [y de seguro ninguno de ellos concluirás, güevón]. "Un documento en particular captó mi atención. Una entrevista inédita que mi amigo Juan Carlos Hidalgo había realizado al escritor Heriberto Yépez. De Yépez siempre he querido hablar, pensé. Inicié la lectura buscando pistas para iniciar un texto propio sobre este creador. Enmudecí, con forme avanzaba mi lectura" [¿no será que te comieron la lengua los ratones?] "el texto dejó de ser un pretexto para mi propia perspectiva. No puedo más que guardarme las palabras por esta semana y compartir con ustedes el texto que me las robó" [pues conque poca sandía se te pone roja la boca, cabrón].

Una vez que el susodicho Habrán Tetillas hubo finiquitado la lisonja barata en favor del travestido Yépez, sorteando su desbozalada lambisconería, con el afán de obtener la correspondencia amorosa de la meretriz pretendida, el el otrora zalamero, o séase el Juan Carlos Hidalgo —quien, al igual que el güey anterior, sabrá Dios qué madre lo habrá aventado al mundo—, repuja su afarolada recitación motejandola con este roñoso título:

“LA FILATELIA Y LA LITERATURA SE DISPUTAN EL PUESTO DE LA ACTIVIDAD QUE MÁS DESPERDICIA Y HUMILLA AL PAPEL”: HERIBERTO YÉPEZ
“La novela como estructura ya está acabada”.
A propósito de “El Matasellos”, primera novela de Heriberto Yépez.
Juan Carlos Hidalgo

En tanto el cretino autor de la suatada anterior arde en vehemencia, el Yépez, atolondrado por los camelos que le prodigan, y por efecto de la emoción que lo invade, no se ha dado cuenta del palomino que trae estampado en su ropa.

—¿Y qué es un palomino, carnal —me pregunta el virus que hace rato salto de mi compiúrer, y que, para más detalle, se llama Tiúndo.
—El palomino —le digo— es una mancha de mierda que algunos pendejos suelen llevar en la parte posterior de la camisa.
—¡A la verga! —dijo Tiúndo.


De acuerdo (o mejor dicho: en desacuerdo) con la apuntación tarada que figura como ribete, según el camelero autor de la misma, es decir el Juan Carlos Hidalgo [a quien mandan a chingar a su madre cada vez que escribe algo], considera a la filatelia y a la literatura como si fueran personas que actúan a caprichos y voluntades propias, y el babosete no alcanza —o no quiere— ver las diferencias tan palpables que existen entre una y otra actividad.



MANDAMIENTO: NO LE BESARÁS A TU VECINO EL CULO


"Si ya en un anterior libro, “Todo es otro” (Tierra Adentro, 2002) este polémico escritor tijuanense afirmaba que la literatura es la mentira de las mentiras" [pues cómo te deslumbra una pobre cucaracha; la susodicha afirmación no es del Yépez, pertenece a Vargas Llosa, y más hacia atras puede atribuirse a García Márquez, que éste la retoma de un pinchi viejillo cegatón que, si mal no recuerdo, escribió un libro conocido con el nombre de Pierre Menard autor del Quijote; frase que este ruco le pesca a Henry James en su libro The Art of the Ficction, y que éste da conocer por influjo de Gustavo Flaubert, y a estas alturas la han convertido en una opinión vulgarizada y manoseada] "y que un autor miente siempre dos veces" [pero si el Vicente Fox lleva ya tres años aventando mentiras a lo loco; ¿porqué a él no le dedicas unos apuntitos?], "con la aparición de su primera novela, 'El Matasellos' (Ed, Sudamericana, 2004), Heriberto Yépez (1974) continua labrando su postura" [si serás pendejo, ¿de cuándo acá las posturas se labran] "de certero ironista e incendiario provocador" [evítate el pleonasmo: inciendiario y provocador significan lo mismo, no seas maje] "del fenómeno cultural y literario."

Y la cosa no para ahí, el descerebrado adulador sigue peinándole con la lengua los pelos del chumi a su idolatrado Yépez:

"Se trata de una novela en apariencia muy simple" [o simplemente muy aparente] "y en la que la acción está resumida a su expresión mínima" [pues todo lo que se resume tiene por objeto reducirse a su expresión mínima; ¿qué alguien no lo sabe?]. "En ella, un grupo de filatelistas ancianos y maniáticos muere misteriosamente en la casa de uno de ellos" [¡qué emoción?, y ¿luego?]. "Durante su desarrollo" [¿de quién?, ¿de los ancianos difuntos o de la novela?] "se cuenta" [perdón: se cuentan] "con suma" [con suma no, güey, sino con bastante] "parsimonia los pequeños acontecimientos de unas soporíferas reuniones sabatinas. Todo ello es el mero pretexto para insertar datos históricos, reflexiones filosóficas, citas a pie de página, y ante todo, para hacer evidente la existencia de un narrador" [pues faltaba más, ni modo que la pinche novelucha se escribiera sola], "que implacable, y un tanto soberbio, aconseja al posible lector" [dirás: al remoto lector] "a cerca del modo en que deberá ir leyendo la obra" [pues ¿que el lector es un pendejo como tú, o qué?].

"Yépez desaparece las fronteras entre el ensayo y la literatura, apuesta por una escritura total que tienda a ser tan híbrida como los tiempos que corren" [pero eso es algo muy común y de práctica rutinaria en la mayor parte de escritores posmodernos; además los tiempos no corren; tiempo sólo hay uno y es infinito como el espacio, no tiene principio ni tampoco fin]. "Conversar con este crítico mordaz" [¿qué no era un supuesto novelista?] "implica reconocer en su propuesta" [y ¿cuál es su propuesta, a todo eso?] "el extremo riesgo" [o el riesgo extremo] de quien apuesta por la creación como una tarea transgenérica" [¡ah, chingao!, ya me lo convertiste en travesti al pobre cabrón, ¿cómo qué tarea transgenérica?; eso me huele a «operación jarocha»: te mochan el pico y te ponen panocha] "múltiple y polisémica" [puras mamadas].

Qué manera tan torpe de hilvanar las opiniones, creer que el Yépez desparece las fronteras entre el ensayo y la literatura. Lo que sucede es que existen nuevas formas de expresión, acordes con las circunstancias y la realidad en que se vive, por tal razón el ensayo es ahora un género que ha adquirido un carácter fragmentario y asistemático, situándose más allá de la preceptiva academicista y sin mediación ideológica o histórica. Lo más seguro es que el cretino que le echa flores al Yépez debe tener todo el tiempo libre que le permite la dádiva estatal o empresarial que lo patrocina para llenar libretas de cuanta mamada y media se le venga a la cabeza. desaparece las fronteras... ¡No seas mamón! Qué urdimbres de yerros y desatinos.

Prosigamos (pero le suplico que no se ría para poder continuar juntos).

"¿Cómo fue que hallaste en la filatelia toda una serie de características que la convierten en una actividad tan asincrónica" [¿qué mamada es esa de asincrónica?; existe lo anacrónico y lo acrónico, pero esa mafufada no] "con el tiempo presente y tan susceptible de ser ironizada al extremo?

Y contesta el Yépez:

"Los neuróticos elegimos la ironía como solución final automática. O, mejor dicho, autómata. Porque en la neurosis o eliges el orgasmo o eliges el sarcasmo. (Aunque si te masturbas, eliges ambos). Así....".


¡Basta ya de tanto salivero!

Como las babas que sueltan estos cretinos puede recogerse en cubetas, voy a saltarme algunos párrafos y cerrarle a la llave de la cual escurren estas pendejirillas:

"La anécdota y la historia son casi minimalistas, pero lo no lo es la carga de reflexión, de peso filosófico, es decir, ¿será esto último más importante que el hecho narrativo mismo?"

[qué estupidez preguntar eso, como si no fueran lo mismo la forma y el contenido].

Y responde el Yépez:

"Así sucede en las noticias y en la filosofía griega" [si uno pregunta despropósitos, el otro le contesta con similar contrasentido]. "A algunos narradores les interesa explorar cómo son las habitaciones o las personas que desarrollan las acciones. A mí me interesa expandir" [¿expandir o expander?] "qué ideas pueden derivarse, qué burlas, qué estructuras prolongan los actos o los desdicen. Además, evito que sucedan cosas en el libro, porque todos los días suceden en el mundo y en los medios tantas cosas que en mi libro decidí que casi no sucediera nada. Ya sucedió todo, incluso Hiroshima y Nagasaki —como si Hiroshima no hubiera bastado—, así que es mejor no contar nada, que cada vez que alguien quiera que algo suceda le cortemos las manos" [¿alguien entendió estas incoherencias que no tienen correspondencia con la pregunta?]. Se le muestre el vídeo en que se le mutila y generosamente se le ofrezca el control remoto para que, en el momento que ella o él decidan, cambie de canal."

Enseguida el cretino que entrevista hace una pregunta que por la obvia mentira que será su respuesta no tenía razón de haberla planteado:

Aparentemente, “El matasellos” es una historia no muy complicada de plantear" [¿de plantear o de narrar?] pero finalmente posee cierta densidad [!¿?!], "será compleja para gran parte del público, ¿es una intención fundamental de tu propuesta?" [pero ¿que es esa maroma mental; porque no mejor: una propuesta de fundamental intención].

Ah, raza; igual el pinto que el colorado. Terminemos con la balumba desenfrenada en boca del Yépez:

"No creo" [porque unos cuantos mequetrefes la leerán]. "La gente que lee es la misma que atestigua películas o vigila extensas telenovelas" [mentiras, si esa gente leyera no guachara telenovelas ni churros joligudenses], "sobre-vive vidas terriblemente repugnantes y complejas" [«esas pinchis vidas las sobrevivirás tú, pendejo del Yépez» —te respondería un alegre mecánico que se deleita las pupilas guachándole las nalgas a la Niurka; y es que el león cree que todos son de sus misma condición], "repite eficientemente todo tipo de pases de baile" [pases los que tedas, son pasos] "engorrosos y malsanos" [como si bailaras el vals de Viena, cabrón], "compone argumentos de celos increíblemente intrincados (e improbables), soporta noticieros tautológicos y se arriesga a tomar el metro o el taxi, se atreve a comer lo que McDonalds o su esposa le sirven, así que no creo que todas estas personas tan complicadas y aventuradas tengan la menor dificultad en leer una novela" [es más ni siquiera se les ocurrirá leerla; ni les importa quién chingados sea ese putito del HY] "que escribió un pobre profesor satírico de filosofía, un escaso discípulo de Bartleby" [dirás de Faulkner porque Bartleby es un personaje, pendejo] "o de Ibargüengoitia que cada vez que quiere escribir una novela, decide que mejor otro día" [¿otro día qué, pinchi autista?]. Yo definiría El matasellos como la novela que no" [¿que no qué, güey?].



PARIS
[O EL COLMO DE TIRAR MIERDA Y SOÑARSE COSMOPOLITA]

La actitud que asume el señorito Yépez de concebir —y utilizar— el blog como un medio de propaganda mercaderil para promocionar sus mazacotes neoescolásticos y, asimismo, de escupidera egocéntrica de sus desvarios y pedanterías y mafufadas insoportables. El HY es ni más ni menos de los güeyones que mantienen en su atolondrado cerebrito que el blog, en primer orden, es un medio publicitario mediante el engancharán engancharán un número determinado (o indeterminado, según sea el caso) de compradores de sus textos, creyendo que de esa manera recibirán la fama y el éxito como maná caído del cielo. Pero el lector de blogs no es pendejo y la pensará más de dos veces antes de decidirse a tirar su dinero en el hoyo del escusado comprando los bodrios del Yépez. El lector de blogs, generalmente es aquel escribe el suyo y, ciertamente —como dice el Nacho Mondaca— «es un tipo que no lee una página electrónica porque su autor goce de fama mediocre o ampliada. El lector visita y lee un blog, si el autor del blog logra capturarlo en el primer párrafo o en los primero posts, el lector volverá. Si por el contrario, el lector se ve aturdido por el canto de las sirenas que viene abajo de los "perfiles" blogueros, donde apenas alcanza el espacio para exponer diversos ángulos de determinado ego, y, paradójicamente, encuentra un canto al aburrimiento, un rictus de intelectualismo malaprendido o un anuncio comercial de sí mismo, es casi seguro que tal lector no volverá ni por la feria. No se trata de generalizar porque existen blogueros-escribidores (en papel) que guardan respeto por la página electrónica y no desisten de crear ideas propias y plantearlas sin paranoias editoriales ni reverencias a autoridades» [Humphrey Bloggart, post del 21 de octubre de 2004].

Guachen hasta qué grado de desenfreno llega el egocentrismo del HY, inventando cretinadas que solamente un acomplejado crónico se atrevería a publicar (de cincho es un puñeta imaginaria de este pobre cabrón).
Chequeráut:

"Me envió esta historia Jorge Harmodio Juárez, en [de] París; la comparto porque, francamente, me da felicidad:

"Llevo tres años viviendo aquí y nunca (reitero: nunca) una parisina me había abordado en la calle. Sucedió el domingo pasado. Estaba yo leyendo El matasellos en una tarde soleada a orillas del canal de saint Martin cuando una parisina (con toda la carga semántica, semítica y semiótica que ellas implican) me pregunta:

--Monsieur... qu'es-ce que vous lisez qui vous fait tant rigoler
subtítulo: Senior... ?? Qué está Ud. leyendo que lo hace reir tanto??
Yo levanto la cabeza (estaba acostado) y le muestro la portada. Ella desenfunda libreta y pluma y cuando a punto está ya de apuntarte, de pronto punto, tinta y hoja se le decepcionan por triplicado al darse cuenta que El matasellos no está en francés...
--??Est-ce qu'il est traduit??
--No mi alma, todavía no hay traducción...
Para consolarla le digo que tienes un blog en inglés y que, con suerte, a lo mejor te le pareces. La pendejada está en que le di www.mexperimental.com (olvidóndoseme el blogspot entre el tal y el com... ??acto fallido?? ??inconsciente celoso y ademas muerto-denvidia por el Autor Ojo???)
Y ya no pasa más, ella se va por un lado con su dirección errónea, y yo regreso a apurarme con el club de filotecnia, porque, como es el único ejemplar por estos rumbos esta más solicitado que el mostrador de carnisalchichoneria. Desde la naranja con saladito, ningún producto típico de Baja California había tenido tanto éxito por estos rumbos.
Un saludo."


Otrita Más:

"Una de las funciones del escritor es destruir sus roles" [pues solamente que sean los roles de canela Bimbo]. "La literatura está basada en un juego de colusiones" [como los juegos de colusiones que tú llevas a cabo cuando te coludes con la bola de cretinos del establishment culturoso a cambio de chuparles la polla por favores institucionales] "entre autor y lector, autor y autor, lector y lector" [ya, ya, no repitas más eso]. "Coludirse significa esto: asumir un rol que necesita y permite que el otro asume un rol que necesita y permite que el otro asuma un rol que necesita y permite que el otro asuma un rol…. ¿me explico?" [ni madres, güey] "¿O acaso, para que me entiendas, necesito asumir un rol que necesita y permite que asumas un rol que necesita y permite…?" [lo que en realidad necesitas es que te dejes de mamadas y seas coherente; ¿porqué objetas la teoría deconstructivista de Derrida y ahora te esmeras en ser su principal apologeta?; no sabes lo que quieres; eres peor que una vieja embarazada con antojos a media noche].

Ponle otrora más, pues:

"El blog es una forma híbrida frívola, donde se combinan la editorial, la autobiografía, el aforismo-fragmento, el microrrelato, el borrador y el exabrupto. El blog es una estructura que demuestra esto: los individuos estamos parodiando-apropiando-imitanto a los medios." [HY].

Eso lo estarás haciendo tú, cabrón. Así que a mí ni me incluyas en tus peroratas.

Más vale que sobre y nop que falte:

"China le prohibió al presidente mexicano recibir oficialmente al Dalai Lama" [China no, no le avientes la bronca al pueblo chino; fueron unos cabrones, políticos cacasgrandes]. "Primero inundan nuestro mercado; después recibimos sus órdenes" [las recibiras tú, mas yo, no; así que ni me incluyas]. "Nuestro gobierno" [será el tuyo] "está cada vez más sometido" [y ¿hasta ahorita te das cuenta que lo tienen en ducúbito supino?].

Toda vez que los lectores se están tronchando de aburrimiento y yo no me doy abasto pepenando, pues... ¿qué le parece si aquí le cortamos al negocio?

—Ya vas, Barrabás —responde un virus que salta de la computadora.