Saturday, August 19, 2006

EL YÉPEZ • O LOS MOTIVOS DE VIVIR ATADO AL CORDÓN UMBILICAL



La fidelidad a la madre, preservada a golpe de manuela, le acarrea experiencias de amores desgraciados, fracaso con las mujeres; le resulta imposible mantener una relación con alguna de ellas. La ternura y devoción hacia la madre no le permiten establecer un romance duradero. Se encuentra tan identificado y en condición de dependencia con la madre que tal adicción filial representa para él la fuente y origen de su poder; separarse de ella es perder el dominio sobre el mundo, dominio que se materializa haciendo sufrir a las mujeres y propinándoles sendas golpizas.

Así se define:

«No soy más que un ridículo fuete farfullando».

Y en efecto, lean lo que sigue:

«No me está oculto que soy un escritor para varones. Hay muy poco en mí que pueda interesar o conservar a la lectora, la escasa lectora. Suelo practicar la violencia verbal. En muchos sentidos, lo que escribo es casi siempre una alabanza a la emboscada o la agresividad lingüística—comenzando por la relación abusiva que establezco con el lector».

Además, hasta el individuo que lee sus cochinos galimatías termina pagando el pato:

«Me dirijo al lector como quien se dirige a un perro. Lector, obedece. Los lectores me escriben cartas o me saludan. Caballeros que demandan atención. Son serviles o exigentes, tratan de ser tus pares o cómplices. Cuando leen la señal de la depresión emocional en este sitio o en algún otro, me escriben molestos para pedirme, con insultos o chantajes de macho cliché, que vuelva a mi agresión habitual, que maldiga contra todo, porque eso es lo mejor que, según ellos, sé hacer. Lo que en verdad ocurre es que son adictos a la agresión. Paulatinamente adictos a atacar. Conozco esta dependencia en carne propia».

También no está demas agregar que el bato adopta posturas rebeldoides para allegarse de admiradores y manipular a pendejos con la pantomima de luchador causas estilo Robin Hood. Su radicalidad es de papel, nada más; rocstarismo de payaso inadaptado que pedorrea una supuesta autoridad estética. Pero se le caen las nalgas cuando alguien le busca las malas pulgas.