Saturday, August 19, 2006

ERASMO KATARINO YÉPEZ VERSUS: LEOBARDO SARABIA


Uno de los pocos batos que pone al descubierto los entramados oportunistas del Yahír de las letras tijuaneses es el Leobardo Sarabia; más riguroso y más crítico que los pelafustanes que se las nalguean de analistas literarios en este mentidero cultural.
A continuación reproduzco un texto en el que el Sarabia señala los signos el engaño demagógico, la duplicidad ética y el protagonismo egocéntrico contenidos en el discurso del mamador de becas námber guán.

Sobre muros [de] malvados [sinvergüenzas] y nacionalistas de la última hora
(Una respuesta a H. Yépez)


1. Deseo comentar el artículo de Heriberto Yépez, "Tijuana, el muro del amor", publicado en las páginas de El Angel, el 20 de febrero del año en curso. Para muchos lectores como es mi caso, este texto es la simple continuación de la guerra personal de Yépez contra el promotor cultural y empresario Antonio Navalón y el programa cultural Tijuana. Tercera Nación. Esta persecución tiene ya su historia (de arrebatos y egos maltratados). Aquí, la situación es simple: Yépez utiliza las páginas de Reforma para dirimir y magnificar sus pleitos locales. El Angel, en correspondencia, debería hacer un reportaje con aquellos que conocen este proyecto y saben de la cultura en Tijuana.

2. Los artistas al paredón. Es injusto el trato policiaco que Yépez da a los artistas tijuanenses que participan en "El arte contra los muros" (más de treinta). Además, lo hace con viejos clichés del gobierno mexicano sobre la frontera. Los trata como menores de edad y tilda de oportunistas y serviles. Artistas, que no fueron elegidos por Tercera Nación sino por curadores contratados por Conaculta, para su alivio. Les debe una disculpa a varios, por su calidad y trayectoria: Alvaro Blancarte, Roberto Rosique, Méndez Calvillo; una escuadra de fotógrafos notables, como Alfonso Lorenzana, Elsa Medina, Roberto Córdova y Julio Orozco. Artistas en despegue, como Tania Candiani o Mely Barragán. Innovadores radicales, como la guerrilla gráfica de Acamonchi, Max Lizárraga y Fritz Torres. Denunciarlos como «príncipes de su egolatría, apatía y oportunismo», y como parte de una conspiración contra el país (¿?) es en forma simultánea: una bajeza y una tontería. «El arte tijuanense vive ahora su momento de mayor descrédito», nos informa ya embarcado. Varios artistas aludidos tienen largas carreras de denuncia -no reñidas con el logro estético- en diversos foros. Pienso, en particular, en la valiente labor de registro social de Roberto Rosique (con exposiciones en Cuba y en EUA, pleno territorio comanche) y en Roberto Córdova, con un trabajo de dos décadas y fotografías emblemáticas (publicadas en el New York Times y revistas internacionales) sobre la situación de la frontera. Es cierto que la exposición es desigual, pero no se requiere de la histeria para llegar a esa conclusión. "El arte contra los muros", como proyecto cultural, tuvo una gran resonancia y cobertura en Madrid, en el contexto de Arco 2005, con el patrocinio del diario El País y Telefónica. Para revisar su alcance, recomiendo, la cobertura periodística en la capital española (Babelia de El País, El Mundo, La Razón, entre otros) y la propia prensa y televisión tijuanense.

3. Tijuana. Tercera Nación no sólo es el muro que tanto alarma a Yépez. Bajo este título, se llevó a cabo un programa cultural variado e impactante en menos de un año, que exige un mínimo reconocimiento o alusión: conferencias magistrales (la de Baltasar Garzón, especialmente), premieres cinematográficas, convocatorias infantiles, exposiciones, impulso a la televisión cultural (creación del programa Fusión), refuerzo a núcleos de cultura independiente y en el corto plazo, el apoyo a la Feria del Libro de Tijuana. Sin retórica adjunta, se trata de una contribución directa a la cultura de la ciudad, en contraste con el fracaso de las instituciones locales y la ausencia de políticas públicas de cultura.

4. De activismo y amenazas ideológicas. La presencia de Antonio Navalón molesta a algunos sectores (habitualmente automarginados), por su activismo en favor de la cultura fronteriza y la proyección que da a la cultura de Tijuana (que tiene sus desniveles y asegunes). Pero, de ahí a la tesis paranoica e ingenuamente ideológica de su censor, hay mucho trecho. Con Tijuana, Tercera Nación, un buen número de promotores independientes tijuanenses hemos establecido un pacto de colaboración, exento de formalismos, con plena independencia y basados en proyectos concretos. En el pasado, los activistas culturales hemos dado muchas batallas en el fuero cultural; sabemos identificar a enemigos y aliados. Presentar al proyecto cultural Tijuana, Tercera Nación como una amenaza ideológica, con ecos de la guerra fría, es un espectáculo de la ingenuidad. En una parte de su texto, el autor se dulcifica y da una pista de sus reales motivaciones al comparar el muro con «festivales serios como InSite».

5. El problema con los nacionalistas súbitos es que carecen de trayectoria que los avale. En Tijuana, hay decenas de activistas y luchadores sociales, entre los cuales no se encuentra Yépez, precisamente. Son sabidas las amenazas trasnacionales y la violencia asociada con el narco; el ímpetu de las gaseras estadunidenses que batallan por establecer sus feudos ante la parálisis del gobierno, con la única resistencia de los ambientalistas. El enemigo es múltiple: la falta de eficacia estatal, la apatía ciudadana, el entreguismo y su frecuente connivencia con los poderes de facto (y no una exposición plástica, por más discutible que sea). Ante este peligro, hay una red activistas que combaten diariamente (con la vistosa ausencia de los litterati, por cierto). La acechanza trasnacional no es una invención en la ciudad, pero se da en ámbitos lejanos a la cultura. Hasta ahora, las máquinas corporativas no se han interesado en poemas, novelas o pinturas para su transfiguración ideológica.

6. El análisis pobre o el pobre análisis. La incultura política lleva a la caricatura y la paranoia a la sopa de vísceras. Yépez confunde procesos, carece de categorías analíticas, insulta por rutina, se enfrasca en chismes y delaciones mínimas, se atrinchera en un rosario de citas escolares. Y al final, revive la radionovela cubana de los cincuenta con escasa fortuna. Cita desconsolado: mientras los pobres «hacían fila para solicitar ayuda al alcalde para darle de comer a sus hijos»; acusa indignado; «la señal más evidente de la falta de madre de algunos». Hay más chantajes que se profieren sin ningún compromiso práctico del autor: «se intenta tapar la memoria de nuestros muertos»; o mientras celebran su «show de arte se encuentran nuevos (sic) cuerpos de migrantes muertos de la manera más dolorosa», mientras ellos «estaban de fiesta en España». Yépez no es el primero que se aprovecha de los muertos de la frontera para sus campañas personales: es una moda en pleno auge. Adelante, se resbala con errores de primaria, cuando afirma que Jorge Hank Rhon "creó" el Fobaproa (el lumpen recién electo se ocupa de otras cosas, menos financieras, créanme). En resumen (el drama arrecia), si no queda de otra, unámonos al ensayista: y ante el perverso muro de todas las culpas (y sus malvadas imágenes) entonemos juntos el himno nacional.

7. Heriberto Yépez es empleado de una universidad pública que acaba de firmar un convenio con la Chevron-Texaco por varias decenas de miles de dólares (Gaceta Universitaria, número 138, febrero, 2005, página 7). Esto se da en el contexto del empeño de las gaseras trasnacionales por comprar aliados e instituciones para forzar la ley e instalar sus plantas en la región (esto sí grave y documentado). ¿Habrá denuncia nacional, contará los muertos de nuevo o se rasgará las vestiduras? Esta es la primera prueba del (recién adquirido) nacionalismo de Yépez.

Atentamente
Leobardo Sarabia
Director de la revista Tijuana Metro
Tijuana, Baja California, 28 de febrero, 2005