Monday, January 25, 2010

LA TRADICIÓN LITERARIA DE TIJUANA [SE FUNDA EN UNA BIG Y PUTOTA FALSEDAD]



Vertedero de cretinadas

Por Éktor Henrique Martínez


Ya bien lo platicaba el máster Arturo Jauretche que una patada en los merititos güevos, en el momento en que se requiera arrimarla, puede dar más enseñanza sobre la realidad que chutarse una pinchi biblioteca repleta de libracos.



PORQUE MI SER ES LA PALABRA QUE YO POSEO
Y LA TRASMITO SIN SABER CÓMO


Refiriéndose al Luis Humberto Crosthwaite, al Erasmo Katarino Yépez y al Rafa Saavedra, en fecha 6 de noviembre de 2005, Julio el «Sueco» apuntó en su blogsait que estos batillos («y otros que uno ni en cuenta»), a raíz de que aparecieron en la revista Letras libres (Comsumption for the unknown masses), «ya se tragaron el verbo de que son unas vergas por acción y efecto de circuncidar una «trillada visión de la frontera» (o sea, cositas como esas de que Tijuana es el último rincón de Latinoamérica y otras del tamaño de un garbanzo), haciendo que los pronuncien —así, con letras grandes— y como el establishment los ha bautizado: «Los cronistas de Tijuana».
Eso dice mi compa el «Sueco», invitándonos leer las siguientes correrías de nuestros gloriosos pechugones.

«Es fácil de creer (...) las regurgitadas letras de Crosthwaite, Yépez, Rafa y esos otros que uno ni en cuenta que aparecieron en Letras libres. Comsumption for the unknown masses. No que no les tenga fe a las letras de estos señores lo que pasa es que se ve a leguas que ya se tragaron el verbo de que son unas vergas. Los Cronistas de Tijuana. Así, con letras grandes. Nada malo en ello, antes de que me acusen de envidioso. Mas resisto a creer que la trillada visión de la frontera sea solo esa visión que nos dan estos señores con sus letras. • Son demasiado nice para (enfrentarse como cronistas a la verdadera realidad tijuanense), too fucking middle class de la peor estirpe, de la clase media mexicana. Mejor que sigan con sus cámaras digitales, con sus cool parties por la Cawuila. Que les vendan sus fabricaciones a las revistas cool del DF, that’s ok, porque ellos saben el fraude que son, lejos de ser Los Cronistas de Tijuana son los chafistas de Tijuana, los great pretenders. Lo mas unreal de Tijuana» [Julio Sueco, Los falsos cronistas en Letras libres, 6 de noviembre de 2005, http://www.yonderliesit.org/aztlan/].

Míster «Sueco», sin sopesar que en tal triunvirato hay unas partes más largas y otras cortas, aplica por extensión general un mismo rasero. Sapo grande y sapos chicos, aplastados con ladrillos de igual tamaño. Aunque con nombres distintos, hay principios básicos que son semejantes.
Pues sí, que más da, recuérdese que la religión de Mahoma es tan respetable como la de Cristo; y, sabiéndose que Alá posee las mismas cualidades del dios de los cristianos (amar al prójimo, ayudar al débil, rechazar las riquezas), entre el Eleache Crósguait, el «Príncipe del pochoñol» y el Erasmo Katarino Yépez, al fin y al cabo jumental de la clase media tijuanense que respira el mismo vaho culturero dentro una atmósfera arbitraria, metafísica, pomposa, hipócrita y de exposición fetichista, estos tres jinetes encabezan el mismo cuerpo de caballería, entrenada en los bemoles del palanquismo, la cacería de becas y equitación de canonjías.
Aunque Crosthwaite, es justo decirlo, se le reservan méritos de verdadero artista de la palabra, mientras que como productores de letras, la parejita Saavedra-Yépez no vale más que el dedo meñique de una puta, o el portabustos de una abuela con chichis caídas, o la porción del escroto de un jaipo de la Zona norte de Tiyei.

No hay nada que no se pueda conseguir, pero –como dijo Emerson- tiene uno que pagarlo. No obstante que las novelas y cuentos de Crosthwaite no respondan a los intereses mentales que quiere pregonar (la exaltación de los cholos, los chalinos, los maicerones, etc.), sólo en él es natural la hidalguía de humilde literato, la noble estampa de narrador hecho y derecho.
Comparados con el autor de «El gran pretender», en los cerebros de los otros dos cabrones solamente hay signos de fugaz abstracción y en el ámbito de la literatura no pasan ahí mas tiempo que el requerido para mamar, como si, desde edad muy tempranera, hubiesen sido privados de las relaciones de crianza que son normales.
Y, a medida que han ido transcurriendo los días, los meses y los años, a don Rafadro y a don Katarino los he visto, cada vez que no mudos y sin fijarse que lotanzas tiene la vida real, indiferentes en babalucadas, balanceándose hacia atrás y hacia enfrente como fandangos del autismo, padeciendo arranques de tozudez mental.

—A mí no me lo crean, pero platican quienes los conocen íntimamente que, cuando se quedan solos en sus cuartos, comienzan a meterse las manos por arriba del pantalón, arrancándose violentamente las prendas interiores; y que han necesitado ayuda médica en ciertas ocasiones ya que se han lesionado las partes pudendas al jalarse el elástico de los calzoncillos.
—¿Por qué?
—Porque todos los intentos persistentes que han llevado a cabo para escalar el pináculo del «top-ten» literario son infructuosos; y porque toda la faramalla que programan con sus mentados «semiotics-micro-texts» resulta siempre un terrible fiasco.
—Y, a todo eso, sabe, usted, ¿qué tipo de estimulación literaria inducen a sus pupilos en las dizques escuelas artes y de humanidades, dependientes de la «Güeva» (o sea, de la UABC)?
—Pues, déjame decirte que en los lugarejos donde dan clases la influencia ambiental es tan nefasta que la pedantería que allí se obtiene al terminar sus cursillos, solamente sirve para enmascarar la mediocridad y la memez; lo cual, por cierto, es muy inherente al parasitismo seudocultural que fomentan.

El Erasmo Katarino Yépez y el Rafadro Saavedra son los típicos literatos arribistas, comodinos y chapuceros. Y, como diría el máster Fernando Buen Abad Domínguez, son de esos güeyes que han sucumbido, hasta con cinismo, a las tentaciones del sistema, extraviados y viviendo a salto de mata en una jungla de menosprecio, manoseo, degeneración, ignorancia, petulancia y esnobismo. Para darse dignidad y justificar su alcahuetería con el establecimiento oficial, se llaman a sí mismos «heteróclitos», «underground», «críticos», «contestatarios», «contraculturales», «antinovelistas» y no sé qué otras mamadas.
El materialismo histórico es la respuesta a sus confusas pendejeces y las invectivas del joven Gramsci la lección más acabada contra sus ganduleos y falsos postillones.

—Sí, muy «heteróclitos», muy «contestatarios» y muy «contraculturales» los cabrones, pero cómodamente guarnecidos en sus respectivos edípicos hogares maternos.

Pero el facundo camelo no desemboba a los bobos, pues una nutrida ganga de descerebrados y melolengas que estudian en la escuela de letras de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), tiene fetichizados a estos vivales en la tonta noción de mentores radicales y vanguardistas. [7]

—¡Háganme el favor!

Si supieran sus discípulos y demás engendros metatextualeros que estos gorrones sacacuartos son los que hacen triunfar los escuálidos programas en el yermo de la cultura, lacayos encargados de elevar los eslóganes de oficialismo culturero para hacer triunfar las fanfarronadas y volver estable lo inestable.
A estos evasores de la realidad se les acomoda de modo muy perfecto una expresión ideada por el máster Antonio Grasmsci: «fantoches nietzscheanos» de postiza rebeldía que han «acabado por indigestar y por quitar seriedad a ciertas posiciones»; fantoches por quienes no hay que dejarse guiar —dice Gramsci— en nuestros juicios: «la advertencia de la necesidad de ser sobrios en palabras y actitudes exteriores se hace para que haya más fuerza sustancial en la voluntad concreta. Contra lo veleidoso, contra lo abstracto, contra el heroísmo fingido, etcétera, es una cuestión de hábito y de estilo, no “teorética”» [Cuadernos de la cárcel].