Monday, January 25, 2010



DEL TANGO CHOLERO AL PARKIADERO DE LA PAJARITA DE LA SANTA FE

Ajustémosle un detalle a las contorsiones emocionales del muñeco alborozado porque la literatura tijuanense ha subido como la espuma de cerveza caliente y, como ya se sabe, que quien la «elevó» fue el escritor chilango-sonorense, nacido en este hermoso culo de San Diego, con su libraco «Tijuanenses» (1983). El infeliz embridador de las tepalcuanas de la «Maula» Luna la vuelve a cajetear, pues no sabe que el libraco que el «elevadorista» Campbell convirtió en «elevador» no fue precisamente el que menciona nuestro invitado, sino que se trata de otro.
Y el dato veraz corre a cargo del Martín Romero: «Federico Campbell ha puesto los cimientos de lo que será la casa de la imaginación entrañable en esta tierra del norte. Su libro “La clave Morse” ha iniciado la obra de construcción» [Bitácora norteña, 20 de junio de 2004].

—Simón, pero esa «obra de construcción» pué que —como están las cosas en este tafanario fronterizo— se quede a medio chile, únicamente con el veinte por ciento de su edificación (sin banquetas, sin enjarrar, sin drenaje, sin alumbrado, sin agua potable, sin puertas, sin ventanas, ¡uf!).

Pero en el lapachar, donde ni siquiera hay «obra negra», el extasiado Katarino ya ve tremenda casotota construida en zona muy especial de la ciudad, una mansión de concreto y mármol, una hermosa fuentecita con agua (no como la de la Cibeles que no tiene guara), columpios, resbaladillas, brincolines y escucha los gritos de los niños que musicalizan el ambiente.
Dos cositas más para echar al olvido este asunto y pasar a atender a un buen jomi de don Erasmo y a quien, por cierto, le anda procurando la corona de olivo del heroísmo crítico-literario.
La primera (mejor digo, la penúltima), en cuanto a lo que supone el EKY dela obra «Tijuanenses» (1983), en el sinsentido de que dicho broli «sigue siendo un clásico», he consultado con el señor Meños Pléeis (que, dicho sea de paso, chambea de «viene-viene» en el parkiadero del centro comercial La Pajarita del fraccionamiento Santa Fe, delegación San Antonio de los Buenos) a fin de que me oriente y me diga si el mencionado libro del Campbell cumple la edad reglamentaria para ser considerado un «clásico».

—Mire, cabrón, para que un libro siga siendo un clásico, pues… intelíjale, usted; antes tiene que ser clásico; y para eso se necesita nada más y nada menos que transcurra un pinche tostón de años; o sea, cincuenta calacas o primaveras.
—El libro de Campbell no tiene ni la micha de años.
—¿Tonces?

Entonces… procedamos a revisar otra de las lucubraciones que —sin mangas ni calzoncillos— salen a la luz pública con un valor de doble (como cretinismo y majadería).
Si fue durante su época de preparatoriano cuando el pamplinero chaval decidió dedicarse a la literatura, ¿por qué no se licenció en tal carrera y, en cambio, terminó reduciéndose en un pigmeo de la filosofía? Además, y para completar la incongruencia, el atarantado afirma que en el enganchón literario «Campbell era la referencia obligada».
Una «referencia obligada» a la que jamás dio el mínimo cumplimiento y la mandó a roncar al archivo muerto (una caja media repleta con puros libros adquiridos de chéiser y que algún puchador, pariente o compa del tirabichi que los levantó del dompe de la basura, hará con ellos cucuruchos para envolver guatitos de mota). Sin embargo, y aunque lo presuma, el bato no posee un mínimo de mácula de virtud que le permita conducirse exploratoriamente en el terreno de la letras como lo ha hecho el autor de «La clave Morse».
Sin embargo, habilitado como está en extravíos ridículos, descoyuntando galimatías, patrañerías y demás baratijas conceptuales, se siente muy calenturiento con sus modelitos literarios y demás protomamadas.

—Sí, «escritor calenturiento» y, además, «sediento» que «desea procrear y parir libros deformes cuyo destino debió ser el aborto», como dice el Martín Romero.

—Un supuesto oficio literario que palia con muchos nombres.

Sin dejar de reconocerle al bato que ha proporcionado mucho material para mis Vertedero de cretinadas, como escritor de novelas y textos narrativos nomás no la cuaja; en lo que él llama sus «logros» literarios, paradójicamente, no logra dar la adecuada y profunda expresión que le es inherente. ¿porqué lo toman tan en serio si narrador y poeta?

—Es un escritor malogrado en tales géneros literarios.